En reportero me llama para advertirme que un edificio de la Población Huemul está a la venta y, como el histórico conjunto está legalmente protegido, quiere saber mi opinión. "Lo mejor que le puede pasar a un edificio es que sea utilizado", le contesto. No tengo mucho más que decir, pero lo acompaño a recorrer el barrio. Y la verdad es que, a pesar del feroz maltrato que ha sufrido por décadas, incluida una ancha franja que arrasó el conjunto en diagonal para excavar la línea 2 del Metro en los años '70, sigue siendo uno de los proyectos urbanos y sociales más notables de la historia de Chile.
Preparándose para celebrar el centenario de la República, la élite no podía seguir ignorando las terribles condiciones de vida que existían en la periferia de Santiago. El hacinamiento y la miseria se agravaban con la creciente inmigración desde el campo a la ciudad, buscando trabajo en los cordones industriales que se desarrollaron gracias al ferrocarril de cintura, al norte de la calle Mapocho, al poniente de la Estación Central y en el entorno del Zanjón de la Aguada. La insalubridad, la mortalidad infantil y el crimen convirtieron "la cuestión social" en la urgencia de políticos, filántropos y urbanistas. En 1906 se promulgó la Ley de Habitación Obrera para planificar, normar y construir vivienda popular. Al mismo tiempo se crearon las Cajas de Ahorro y la de Crédito Hipotecario, que permitieron financiar el acceso a la vivienda.
El primer conjunto de Chile construido para la clase obrera bajo estos modernos ideales fue la Población Huemul (1911-1918), diseñada por Ricardo Larraín Bravo, arquitecto multifacético y prolífico, hombre de su época por su especial interés en la higiene y la justicia social. La población se emplaza en lo que fuera el límite de la ciudad, cerca del viejo matadero, industrias, el ferrocarril y el Zanjón de la Aguada. En seis manzanas alargadas con una plaza central se creó una verdadera ciudad en miniatura, excelentemente construida, con todos los servicios necesarios para una comunidad pujante: dos escuelas, biblioteca, estupendo teatro, una bellísima iglesia, con maternidad y hospital de niños, asilo para madres solteras y la "Gota de Leche" para asegurar la nutrición infantil. Y, cómo no, una sede de la Caja de Ahorros.
La mencionada expropiación del Metro y la demolición de otros importantes edificios del conjunto en los años '80 quedan como cicatrices de una mediocridad administrativa más perniciosa que todos los terremotos juntos. Aun así, el barrio es un raro oasis de belleza y armonía, donde subsiste hasta hoy el espíritu republicano y solidario que alguna vez nos hizo brillar entre las naciones.