Iba a escribir este domingo una columna que se titularía "Levántate papito" y que, utilizando ese bramido de la Teletón que llama a la gente en la mañana a ir a donar, incentivara a la gente a votar hoy.
Pero pasó lo que pasó. Y tuve que cambiar mis planes.
Hablo de lo que pasó aquel fatídico miércoles 19 de octubre.
Para ese día estaba convocada una manifestación ciudadana para defender los derechos de las mujeres y protestar contra los abusos que comenten los hombres contra ellas. "Ante la violencia machista, sonoridad", era el eslogan, y su símbolo en redes sociales era #NiUnaMenos.
Si bien este movimiento surgió en Argentina, cruzó rápidamente la frontera y en Chile 22 ciudades se sumarían a la marcha que en Santiago partiría en la Plaza Italia y se desplazaría hasta el Palacio de la Moneda, donde culminaría.
Pero nada hacía presagiar, como diría Carlos Pinto, que horas antes la mismísima Moneda sería escenario de un brutal acto de violencia política contra el género femenino.
"¡Claro!", dirán ustedes. "Es cierto que ese día destituyeron a la ministra de Justicia, Javiera Blanco", agregarán. Y probablemente pensarán en todas y todos los que comentaron lo injusto que fue que la única cabeza que rodara por el bochorno de las inscripciones electorales (o "PadrónGate") fuese la de la ministra Blanco y ninguno de los miembros del comité político: los ministros Fernández, Eyzaguirre y Díaz. Porque si bien es cierto que la ministra tiene responsabilidad en la gestación del problema, dado que el Registro Civil estaba bajo su tutela y supervisión, tampoco es menos cierto que en el lamentable desenlace los protagonistas fueron los tres ministros con oficina en La Moneda.
Ellos idearon la estrategia de la ley exprés; ellos decidieron enviarla al Congreso sin apoyo político, y ellos decidieron retirarla en medio de la tramitación.
"Pero qué esperabas", me dirán ustedes. "Si los tres son hombres, y el hilo se cortó por lo más delgado, sacrificando solamente a la mujer involucrada", agregarán de nuevo, con cierta razón.
Ahora, como yo soy siempre rebuscado y me gusta llevar la contra, estimo que no fue ese el principal abuso político de un hombre contra una mujer que presenciamos el día de la marcha #NiUnaMenos.
Lo más rudo, a mi juicio, fue lo que le hizo Ricardo Lagos a Michelle Bachelet.
El ex Presidente obligó a nuestra actual Mandataria a realizar un cambio de gabinete que no quería hacer; al menos esta semana, a días de la elección municipal. Es obvio que Bachelet, como lo hicieron todos sus antecesores, quería esperar los resultados electorales para tomar una mejor decisión respecto del equipo que la acompañaría en su último año y medio en el poder. Las urnas le hablarían, como a todo gobernante, y le dirían con qué profundidad hacer modificaciones. Eso le permitiría también discutir con sus ministros cuáles saldrían del gobierno para participar en las próximas elecciones, decisión que tomarían con los resultados en la mano.
Pero no. Lagos no podía esperar.
Y tampoco podía escoger a otro ministro que no fuese el mejor de todos, el que iba en ascenso, el que pintaba para más. Lagos le quitó a un avión que cae por falta de potencia el motor que más empujaba. Y lo hizo en el momento más inoportuno.
Yo lo encuentro violento.