Si alguien hubiera pensado cómo aumentar el grave descalabro político -desatado a partir de la inexcusable situación del padrón electoral- habría diseñado el cambio de gabinete que tuvo lugar ayer.
Patético.
Cuando todo el país esperaba un cambio de gabinete en que se asumieran responsabilidades políticas, ocurre todo lo contrario: se confirma un equipo político que está desfondado.
Cuando los pocos que aún confían en que el gobierno puede enmendar rumbos, apostaban a un giro para enfrentar el año que queda, la señal fue la opuesta: todo sigue igual.
Cuando es urgente resolver dificultades objetivas en la gestión del gabinete -en educación, transportes, obras públicas y otras carteras- se confirma a autoridades que lo están haciendo muy mal: Ninguna rectificación.
¿Y lo del ex ministro Pacheco?
Oportunismo político. Las cosas por su nombre: No se abandona el barco en medio de la tormenta. Más aún a sabiendas de la interpretación inevitable de su salida: Fortalecer la candidatura de Lagos, a costa de hundir aún más a Bachelet. Más allá de las palabras de buena crianza que se cruzarán entre "laguistas" y "bacheletistas" una larvada guerra civil está declarada.
Que el cambio de gabinete fue otro paso en falso lo refleja la reacción de los propios dirigentes de la Nueva Mayoría: Todos hablan de cambio "acotado", todos han dicho que no resuelve los problemas y todos han insistido en que es "insuficiente".
Y hay una forma simple para verificar lo anterior. Después del cambio de ayer... ¿El gobierno está más fuerte o más débil? ¿El gabinete está más " empoderado" o, al revés, más anémico?
Más débil y más anémico.
A estas alturas el sello del segundo gobierno de Bachelet está irremediablemente definido. El actual gobierno será recordado como el gobierno de la ineptitud. Aquel que embarcó al país en una ruta políticamente equivocada y que hizo la vista gorda frente a la improvisación, la desprolijidad y la negligencia técnica.
La esperanza de un "golpe de timón" se ha desvanecido.
El actual gobierno no va a cambiar. Sólo queda cambiarlo democráticamente.
Esa es la interpretación del cambio de gabinete que debe ser asumida por quienes se identifican con la oposición y, en general, con el mundo independiente.
Y una conclusión inevitable: El impulso para cambiar el actual gobierno parte el domingo. La elección municipal es la antesala de la presidencial. Es muy difícil tener buen resultado en la segunda con un mal desempeño en la primera.
Hay muchas personas que por distintas motivos se muestran reacias a sufragar el próximo domingo.
Sin embargo, ninguna de ellas tiene la envergadura para no aquilatar el significado político de la abstención. No se puede dejar pasar la oportunidad de expresar un contundente rechazo al actual gobierno y empezar a clausurar su proyección.
Si alguna razón adicional se requería para ir a votar a favor de los candidatos opositores y expresar su rechazo a la Nueva Mayoría el cosmético cambio de gabinete la ha provocado.
Andrés Allamand
Senador RN