La mayor motivación para ver "La comida de despedida" es que se trata de la segunda comedia coescrita por Aléxandre de la Patelliere y Matthieu Delaporte, la dupla francesa de cineastas que a los 39 -ambos tienen la misma edad- se atrevieron a incursionar en la dramaturgia para la escena. Con la suerte de los primerizos, la hilarante "Le prenom" se convirtió desde su debut, en 2010, en un imbatible rompetaquillas internacional, y el año pasado tuvo aquí una estupenda versión.
Estrenada en París cuatro años después, el dúo intentó reciclar en esta nueva comedia 'de living' la misma fórmula, repitiendo el esquema de una cena íntima armada ahora solo con tres personajes (la otra tiene cinco). Un matrimonio fastidiado por el desgaste de su relación, inventa un juego algo perversillo: agasajar con una gran cena a esos viejos amigos que el tiempo ha vuelto cargantes, con el único fin de hacerles la cruz de una vez y para siempre. Asistimos a la primera de estas veladas, a la cual invitaron a un amigo del marido de la época del colegio, que llega sin su mujer y no sospecha que está allí para ser eliminado. Parece un buen tipo, un poco disfuncional y excéntrico, claro, no obstante es bastante menos simple y manejable que lo que la pareja cree. Así, la situación toma un rumbo distinto al previsto. Entre paréntesis, en escena los personajes nunca comen más que un poco de maní.
Satisfactoriamente resuelta por su director, Alejandro Castillo, "Una comida de despedida" -su verdadero título en traducción literal- puede ser disfrutada mejor por quienes no vieron su reidera antecesora. Porque la simplicidad de la idea es muy similar (y también recuerda otra exitosa comedia, "La cena de los idiotas", que no se dio en nuestras tablas, pero sí su versión cinematográfica) y el personaje de la esposa luce desaprovechado. Por lo demás, vuelve a tocar la cuestión de los ritos sociales y reflejar la hipocresía, pequeñas mentiras, resentimientos soterrados y mezquindades disimuladas en las relaciones entre quienes se dicen cercanos y muy queridos. Pero salvo aciertos espaciados, lo hace con ingenio humorístico harto menos agudo y penetrante que en "Le prenom".
Por lo mismo, su desarrollo es bien conversado. Sabemos que en París este divertimento ligero duró originalmente 1 hora 50; la versión local se toma 80 minutos, pero es tanto lo que los personajes hablan y hablan, que no sería mala cosa hacerle algunos cortes más. Es difícil que uno adhiera a los dueños de casa calculadores y petulantes, así que Mario Soto -como la víctima inmolada- se lleva todas nuestras simpatías. Dado que es una producción independiente, la escenografía corpórea impresiona en tanto contribuye a dar al montaje un aspecto sólido.
Teatro San Ginés. Mallinkrodt 112, Bellavista.
Jueves a las 21:00 horas, viernes a las 22:15 horas y sábado a las 20:00 horas. $9.000 y $12.500.
Reservas telefónicas al 227327947.