Todos deberíamos saber que la política es la ciencia arquitectónica de la convivencia y, en cuanto tal, lo deseable sería tener una opinión política informada y votar, porque la democracia es la mejor forma de gobierno y de ordenar la discusión de lo público.
Asimismo, todos debiéramos saber que no existe democracia sólida sin partidos políticos sólidos, pues estos son el instrumento que establece todo orden democrático para recoger las opiniones de las personas, transformarlas en propuestas y ofrecerlas a la comunidad, seleccionar a los dirigentes, favorecer su formación y presentarlos a los electores.
Dicho aquello, lo esperable sería que, tanto quienes estamos en el ámbito de lo público como los medios de comunicación, coincidiéramos a lo menos en la aspiración de discutir en forma seria y propositiva los temas que tienen que ver con lo que representaba la polis griega: el centro político, cultural y ciudadano.
Es fácil advertir que estos principios básicos están muy lejos de conducir nuestra vida en sociedad y por eso reclamamos, con razón, la urgencia de reponer la enseñanza de Educación Cívica y fortalecer la de Historia, Filosofía y la de Ética, en todos los niveles de educación, partiendo por la educación Básica.
Las causas de estas falencias son múltiples y tienen décadas. Una de estas es que no nos hemos aplicado lo suficiente para mejorar las normas que estructuran y regulan los partidos políticos, para que cumplan realmente su imprescindible rol. Nada excusa nuestra responsabilidad.
La elección municipal tiene que ver con las autoridades que están más cerca de las personas y, si existiera una adecuada comprensión de su importancia para la calidad de vida de cada cual, debiera ser la con más alta convocatoria ciudadana a las urnas. Está de más decir que eso no ocurre y que quedó especialmente claro en 2012, cuando en el debut del voto voluntario para elegir alcaldes y concejales el porcentaje de abstención bordeó el 60%.
Los partidos, a pesar de su evidente flaqueza, los políticos, los periodistas y los medios de comunicación, todos tenemos una responsabilidad difícil de eludir en este asunto y en que los ciudadanos cumplan con el deber político y moral que es votar.
Si esto no ocurre en un grado razonable en las próximas elecciones, nadie debería mirar para el lado, sino a sí mismo, para buscar responsabilidades. Y también debiéramos centrarnos en rearmar las bases de nuestra convivencia política, descuidada por tanto tiempo.
Me he concentrado por meses en este propósito en toda mi Región de Valparaíso, donde he asumido las tareas electorales de ambas circunscripciones, porque estoy convencido de que la manera de superar la crisis de confianza y oxigenar el sistema político pasa necesariamente por acercar la toma de decisiones a los ciudadanos.
Hay que propiciar que los territorios hablen, superar la indiferencia -el gran problema de Chile-, y tenemos que ser capaces de reparar el alma de nuestro país con escucha activa, con proyectos colectivos, generosidad y miradas de largo plazo. Con todo, después del 23 de octubre y dependiendo de los niveles de participación, será fundamental evaluar la reposición del voto obligatorio.
Francisco Chahuán