La desesperanza es altamente contagiosa y puede tener efectos devastadores en cualquier país donde se instale y eche raíces. Y ese es uno de los peligros más preocupantes de la actual crisis de la política en Chile. La desesperanza crece allí donde arraigó la sospecha y la decepción. Y ella es la puerta abierta al cinismo y a la apatía. Una persona o un país sin esperanza es un muerto en vida.
La mayoría de los ciudadanos están hoy perplejos o molestos y tienen sobradas razones para ello. De la perplejidad y molestia a la desesperanza hay un solo paso.
Pero a los corruptos e ineptos les conviene esa desesperanza colectiva, porque así se apoderan de la política, mientras nosotros nos encerramos en nuestro cómodo metro cuadrado. ¿Sólo nos queda participar de la queja y la rabia que se viraliza todos los días en las redes sociales?
A mí me parece que hay que convertir esta elección municipal y las elecciones que vengan en un plebiscito entre la decencia y la indecencia. Si hay un candidato -del sector político que sea- que no forme parte de la descomposición en curso, vale la pena levantarse a votar por él. Aunque ese candidato sea de derecha y el elector sea de izquierda o viceversa. Porque el primer gran objetivo hoy no es ideológico, sino ético: limpiar la política de la corrupción transversal que afecta a todos los sectores.
Es a nivel de municipios donde está enquistada la mayor descomposición de nuestro sistema político. Vale la pena ver la serie de Netflix "Marsella"-protagonizada por un soberbio Gerard Dépardieu, que actúa de alcalde, para entender cómo son vulnerables los municipios a la influencia de turbios intereses.
¿No es sospechoso que un alcalde se presente a una quinta reelección? ¿Y no es más sospechoso allí donde -por ejemplo- la presión de las inmobiliarias es brutal? Si los negocios de la basura en los municipios han olido muy mal, en la "arista" inmobiliaria hay más podredumbre todavía. Por eso, lo urgente no es hacer cálculos electorales mirando las futuras presidenciales, sino recuperar cualquier tejido sano de la política allí donde sea posible y antes de que el país se caiga a pedazos.
Chile ha sufrido un verdadero terremoto de la confianza y necesita hoy una reconstrucción ética de la política. No es fácil, pues la mayoría de las alternativas que las coaliciones nos ofrecen en estas elecciones no son atractivas ni confiables. Pero hay algunas excepciones que pueden marcar el inicio del fin del ciclo de la desesperanza. En Valparaíso, por ejemplo, un grupo de ciudadanos, cansados de la eterna y "santa alianza" entre la derecha, el centro y la izquierda -que se han repartido la ciudad como botín político durante décadas y que la tienen al borde del abismo-, organizaron primarias, con programas y candidatos, y sin recursos de los partidos. Dieron un impresionante ejemplo de trabajo prolijo y planificado a una clase política que se ha caracterizado por su improvisación y chambonería. Eligieron su representante en primarias y hoy llevan un candidato propio a alcalde en la papeleta electoral. Casi un milagro. Un ejemplo de cómo la indignación se puede transformar en esperanza. Y sin ofrecer wi-fi ni clases de inglés gratis para todos, como ha prometido un candidato DJ.
El movimiento se llama "La Matriz", nombre de un barrio tradicional de Valparaíso. Si el candidato ciudadano gana esta elección -hecho muy difícil, pero no improbable-, estaríamos ante un acontecimiento en la política nacional. Un verdadero "tsunami" porteño: más movimientos como estos podrían ser replicados a lo largo del país. Sería quitarle una ciudad emblemática a las fauces devoradoras de la desesperanza y recuperar la política -fundamental para la vida en común- secuestrada por los mediocres, los cínicos, los frescos y los ineptos. ¿Podrán los porteños torcerle la mano al peso de la noche? Yo creo que sí: por algo existe un cerro en Valparaíso que se llama Esperanza.