Mario Salas hace una modificación sorprendente en el clásico ante la U por el Torneo Nacional: ubica a Cristián Álvarez como lateral derecho (un puesto que había dejado de lado en los últimos años) y le exige a él -y también a Alfonso Parot por el sector izquierdo- limitar al máximo sus subidas. Los quiere defendiendo. Y gana el partido.
El domingo, en el debut de Víctor Castañeda como DT azul, hace más o menos lo mismo. Matías Rodríguez y Fabián Monzón, a diferencia de lo que les exigía Sebastián Beccacece, no salen más que un par de veces a posiciones más ofensivas. Defienden antes que cualquier cosa. La U le gana a Palestino.
Puede ser coincidencia, pero también una tendencia. El fútbol está mutando tácticamente y los que fueron un día piezas claves -los laterales-volantes- ya no son trascendentes. Los laterales a la antigua, es decir, con proyección regulada, están retornando.
La historia dice que en Chile el primer gran reformador de los extremos defensivos fue Luis "Fifo" Eyzaguirre en los 60, cuando sus proyecciones ofensivas contribuyeron en gran medida a la fortaleza del llamado "Ballet Azul". En la década de los 70, en tanto, Mario Galindo aportó su particular brillantez en el Colo Colo subcampeón de América, y de ahí para adelante se vivió en el torneo local una especie de obsesión por encontrar jugadores que pudiesen hacer esta función de desprendimiento ofensivo desde la zaga. A tanto llegó ello que futbolistas que empezaron sus carreras como punteros -Rubén Espinoza, Andrés Romero, Raimundo Tupper y hasta Caté-, en Universidad Católica terminaron como laterales.
Pero solo fue en la década de los 90 cuando el rol de los laterales cambió definitivamente en Chile, con la llegada de Mirko Jozic a la banca de Colo Colo. Pese a que varios años antes el pintoresco DT alemán de la Roja, Rudi Gutendorf, intentó la "revolución", ubicando en algunos amistosos a Alberto Fouillioux y a Eduardo Cortázar como laterales siendo los dos volantes creativos por la izquierda (lo que provocó el enojo de ambos y la crítica ácida de la revista "Estadio"), fue el croata quien certificó el nacimiento de los laterales-volantes formales. Gabriel Mendoza y Jaime Pizarro le sacaron lustre a la nueva función y se convirtieron en una de las bases del Colo Colo campeón de la Copa Libertadores 1991.
Como la tendencia en el mundo ya estaba establecida, por mucho tiempo se apostó a que fuera cual fuera la disposición táctica de un equipo, los laterales debían cumplir funciones ofensivas permanentes. Aunque el costo fuera desestabilizar la línea ofensiva si es que no había perfecta adecuación en la subida de ambos laterales.
Pero los teóricos del fútbol encontraron aparentemente la solución para ello: la aparición del volante mixto reordenó las posiciones del mediocampo, lo que ha provocado -y hoy lo podemos ver en todas las grandes ligas y torneos de selecciones- el regreso de los laterales a sus posiciones de origen y a desplazamientos más acotados a funciones ofensivas. La estabilidad defensiva ha vuelto a ser una preocupación central (incluso en entrenadores con afanes de ataque).
La idea se está asentando en Chile. Algunos de hecho ya la asumen (Salas y Castañeda) y otros, los que se apegan a dogmas como si fueran mandamientos divinos (Guede), a la larga tendrán que subirse al carro. Los laterales-volantes están fuera de moda.