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Editorial
Martes 27 de septiembre de 2016
Prueba de escritura en sexto básico
La exigua entrega de información sobre las pruebas estandarizadas nacionales se ha vuelto habitual y revela un patrón de comportamiento discutible que privilegia radicar el debate en expertos y en comunidades restringidas...
Aunque los resultados de la prueba de escritura en sexto básico realizada el año pasado corroboran las dificultades de nuestro sistema educacional para alcanzar altos estándares de desempeño, sería un error concluir a partir de ellos que el país esté sufriendo una grave crisis educacional, como a menudo se escucha en el debate nacional.
La capacidad lectora es fundamental en la vida de una persona y de ahí la importancia de que se evalúe su desarrollo entre los estudiantes chilenos. Al respecto, sexto básico parece un nivel educativo adecuado para hacer este ejercicio, que considera dos tipos de texto: informativo y narrativo. Los criterios de evaluación apuntan a comprobar que los escritos de los alumnos cumplan con el propósito comunicativo, estén adecuadamente organizados, mantengan una coherencia interna e involucren un desarrollo de ideas. Hay pequeñas diferencias en los logros de cada una de estas dimensiones, dependiendo del tipo de texto, pero a su vez hay grandes diferencias en los factores medidos dentro de un mismo tipo de texto. Así, aproximadamente el 80 por ciento de los estudiantes cumplen con el propósito comunicativo encargado. En cambio, solo cerca de la mitad organiza claramente sus textos. Una proporción algo superior logra escribir comprensiblemente para el lector y menos de la mitad logra desarrollar sus ideas (44 por ciento en el texto informativo y 48 por ciento en el narrativo).
Con todo, en las pruebas internacionales ha habido avances relevantes por parte de Chile. En el contexto latinoamericano, como muestra el Estudio Terce patrocinado por Unesco y que busca establecer logros de aprendizaje en 15 países de la región, Chile ocupa destacadamente el primer lugar en sexto y tercero básico, que son los niveles medidos por este test internacional. Sin perjuicio de lo anterior, aunque el país no experimenta una crisis en este plano, es importante que siga mejorando para asegurar una mayor calidad y equidad en el sistema educacional.
En general la información que se entrega a la opinión pública sobre esta prueba de escritura es pobre y poco orientadora. Es muy interesante que exista una brecha de género en escritura que favorece a las mujeres y que trasciende los niveles socioeconómicos, pero no es clara la razón de esa brecha. Asimismo, se sugiere que en los establecimientos en los que existe buen trato, retroalimentación docente, ambiente de respeto y liderazgo directivo hay mejores resultados. Posiblemente los primeros tres factores son efecto del último y sería interesante saber cómo se logra instalar un liderazgo directivo relevante.
Quizás haya información de mayor profundidad en los informes que reportará la Agencia de Calidad de la Educación, organismo encargado de aplicar este examen, a los establecimientos educacionales. Sin embargo, es difícil que esos reportes tengan un impacto significativo si no hay una ciudadanía atenta a la evolución de los desempeños educativos y para ello se necesita que esta disponga de antecedentes diversos y precisos que en esta oportunidad no se le informan.
Asimismo, los resultados no se pueden comparar con los de mediciones anteriores y no hay una buena explicación de por qué no se optó por hacer un esfuerzo de contraste. Es más, las diferencias entre grupos socioeconómicos son, en esta ocasión, menores que en el pasado. No se sabe si ello obedece a la forma de construcción del instrumento o que en escritura, como sugieren las autoridades que divulgaron la información, el origen socioeconómico de los estudiantes pesó esta vez menos que en otros ámbitos del aprendizaje.
La exigua entrega de información sobre las pruebas estandarizadas nacionales se ha vuelto habitual y revela un patrón de comportamiento discutible que privilegia radicar el debate en expertos y en comunidades restringidas, trasluciendo un cierto temor al uso que podría hacer la opinión pública de una información más detallada. Esta visión no se condice con las tendencias que al respecto se observan en las democracias más avanzadas.