Señor Director:
Me temo que
monseñor Felipe Bacarreza se equivoca cuando dice que "el adjetivo 'cristiano' es confesional", y que "declararse 'no confesional' y, al mismo tiempo, 'cristiano' es contradictorio" (aludiéndome personalmente). Está equivocado cuando lo refiere al ámbito de la política. Por cierto que si solo toma la palabra "cristiano" desde el punto de vista de la fe, en cuanto "designa a quien confiesa a Cristo como Dios", tiene razón, pero ese no es el caso.
Un partido de inspiración cristiana -o de cualquier denominación religiosa, para estos efectos- puede ser confesional o no confesional. El Partido Conservador era del primer tipo, el Partido Demócrata Cristiano es del segundo tipo. Esta fue la pugna (desgarradora, doctrinaria), en el período entre guerras, entre las visiones conservadoras e integristas que convivían al interior de la Iglesia Católica con las visiones pluralistas y democráticas, como la nuestra, cuestión que fue zanjada en el Concilio Vaticano II (al que monseñor Bacarreza ni siquiera hace mención).
En efecto, la Constitución Pastoral de la Iglesia en el Mundo de Hoy (Gaudium et Spes, No. 76) señala que "es de suma importancia, sobre todo allí donde existe una sociedad pluralista, tener un recto concepto de las relaciones entre la comunidad política y la Iglesia y distinguir netamente entre la acción que los cristianos, aislada o asociadamente, llevan a cabo a título personal, como ciudadanos de acuerdo con su conciencia cristiana, y la acción que realizan, en nombre de la Iglesia, en comunión con sus pastores. La Iglesia, que por razón de su misión y de su competencia no se confunde en modo alguno con la comunidad política ni está ligada a sistema político alguno, es a la vez signo y salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana. La comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno".
Por lo anterior es que tampoco basta con decir "católico designa a un miembro de la Iglesia Católica", porque, en el ámbito de la política -o lo que el propio Concilio denomina la "justa autonomía de las realidades temporales"-, es la propia Iglesia Católica la que reconoce una especial responsabilidad a los laicos. Los católicos que actuamos en política no lo hacemos en representación de la Iglesia Católica, sino que dentro de nuestra esfera de justa autonomía, al margen de todo clericalismo.
Este es otro de los errores de monseñor Bacarreza. Su lógica solo conduce al clericalismo; esto es, al gobierno de los clérigos, lo que queda de manifiesto al señalar que "el partido (Demócrata Cristiano) debería cambiar de nombre". Lo anterior, además de ser una intromisión inaceptable en la vida interna de una colectividad política, es extender el ámbito de competencia -y la autoridad- de un obispo más allá de lo que indican la prudencia y la propia doctrina de la Iglesia. Nosotros veremos qué nombre le ponemos a nuestro partido, a la DC, o a cualquier otra colectividad, porque los católicos tenemos una variedad de opciones en política -cuestión que, en el caso chileno, quedó zanjada por el propio Vaticano cuando se discutía el derecho a existir de la Falange Nacional.
La doctrina de monseñor Bacarreza es el clericalismo y este es contrario a la propia doctrina de la Iglesia Católica. Mientras nosotros así lo decidamos, seguiremos siendo -y tratando de ser- un partido de inspiración humanista y cristiana, de carácter no confesional y no clerical, al servicio de la justicia, tras la búsqueda del bien común.
Ignacio Walker
Senador DC