Este es un viaje por el tiempo y la selva amazónica, pero también por el cine como registro del nacimiento y defunción de un hombre y su mundo.
"El abrazo de la serpiente" posee la belleza solemne y respetuosa de una película que fija hechos históricos y encapsula momentos esenciales.
Una partida es de 1909 y la otra de 1940, pero en ambas puntas hay un explorador blanco. El de 1909 se llama Theo (Jan Bijvoet) y es alemán. El que llega en 1940, Evan (Brionne Davis), viene de Estados Unidos. Son hombres blancos que siguen y pisan su propia ciencia y huellas culturales, porque el libro y dibujos que publicó el primero, es el mapa que años más tarde guía al segundo.
Ambos llegan en busca de un pedazo de selva y se encuentran con Karamakate, que alguna vez fue joven (Nilbio Torres) y ahora es viejo (Antonio Bolívar), pero se mantiene como el hombre de una madre naturaleza sin fin ni medida, con una selva que es su firmamento y se mueve y lo abraza, le enseña, lo arropa, protege y habla.
Karamakate es un indígena solitario que de joven fue rápido con su cuerpo, mente y cerbatana. De viejo es lento, pausado y se diría que es el más sabio de su mundo, con un alcance, eso sí: es el mundo de un solo hombre.
Del otro mundo vinieron los conquistadores. Algunos por la curiosidad, la fama y la obsesión del descubrimiento; otros por una planta extraña y sus secretos medicinales; la mayoría por la riqueza del caucho y tantos por la religión.
La película es un museo vivo en movimiento con el aire de un documento auténtico que acaba de ser encontrado.
Y parece el punto de vista y el testimonio del explorador que filmó su viaje con cámaras de 8 o 16 milímetros y que ahora, años más tarde, se descubre.
La película reproduce con la ficción y unas imágenes limpias y transparentes, lo que pudo ser una filmación amateur que jamás se hizo.
En la realidad los exploradores blancos sí existieron: Theodor Koch-Grunberg (1872-1924), etnólogo alemán, y Richard Schultes (1915-2001), biólogo estadounidense.
Karamakate, en cambio, nunca existió, pero ahora existe gracias al cine. Es joven, es viejo, es el protagonista y el habitante de la selva.
Este es el núcleo de la película: la presencia de un mundo con su cultura, creencias e identidad, que empezó a ser engullido y destruido por otro mundo.
Un mundo amazónico expoliado, arrasado y conquistado, por tan distintas razones: por los comerciantes y sus sicarios que explotan el caucho y asesinan a destajo; por el jesuita español y el santón iluminado que los convierte con penitencias y a latigazos; y también por esos exploradores que solo quieren descubrirlos y dibujarlos. Es una existencia espiritual y física, es un universo de tribus, costumbres, idiomas y religiones, que fue devorado, consumido y hecho desaparecer.
Y para eso Karamakate y el cine.
Ambos gritan, denuncian y resisten el abrazo de la serpiente.
Colombia-Venezuela-Argentina, 2015.
Director: Ciro Guerra. Con: Nilbio Torres, Antonio Bolívar, Jan Bijvoet.
125 minutos. T.E.+7.