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Cartas
Miércoles 21 de septiembre de 2016
Sobre el aborto
Señor Director:
Creo que en esta controversia sobre la despenalización del aborto en tres excepciones hay que considerar dos aspectos. El primero es de origen religioso, valórico, y el segundo, político. Solidarizando con mi amigo el sacerdote Percival Cowley, creo que hay que considerar que como ocurría en el período histórico en que Cristo vino al mundo, la religión judía consistía en la obediencia a la ley y con una concepción de un Dios justiciero, castigador, cruel y hasta vengativo. Cristo vino al mundo a decirnos lo contrario: que Dios es amor, que hay que amarlo sobre todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo. Y cuando uno de sus discípulos le preguntó cuántas veces había que perdonar a su hermano, Cristo le contestó: "Setenta veces siete". En resumen, nos habló de la misericordia divina, instándonos a ser misericordiosos como lo es el Padre.
En este aspecto las cosas no han cambiado mucho. Hay católicos muy dogmáticos, apegados a la ley, y otros, entre los que me cuento, que creemos en un Dios misericordioso ante el sufrimiento humano y que perdona siempre; por lo tanto, lo que me parece poco cristiano es lanzar anatemas a los que creen necesario legislar sobre las tres excepciones que plantea la ley, acusándolos de estar en contra de la vida y de ser partidarios de asesinatos.
En cuanto al aspecto político de la controversia, me pregunto por qué los que se escandalizan de los católicos que apoyan las tres excepciones que propone la ley, cuando se refieren a ella, siempre lo hacen mencionando la despenalización del aborto a secas, como si se tratara de despenalizarlo en su totalidad. La razón es, sin duda, porque las excepciones las consideran el primer paso para la despenalización total, sin advertir que esa aseveración está basada en una suposición, que surge de la desconfianza en el adversario político.
Sylvia Soublette de Valdés