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Cartas
Lunes 19 de septiembre de 2016
Derechas, izquierdas y aborto
Señor Director:
Bajo un supuesto predominio de categorías ideológicas que no corresponde hace décadas a la realidad del mundo eminentemente pragmático en que vivimos, Álvaro Fischer y Francisco Javier Covarrubias echan en cara "a la derecha" su oposición al proyecto de aborto. Estamos de vuelta. Vemos, en la dicotomía "progresista" versus "conservador", que tantos espejismos produjo en los años sesenta, con resultados que ya sabemos. Desde luego, me pregunto en seguida a qué lado de la mirada, la derecha o la izquierda, debemos, según esto, ubicar al Presidente Rafael Correa, de Ecuador, entre los líderes políticos latinoamericanos el más decidido opositor al aborto.
La argumentación de Fischer y Covarrubias incurre en varias confusiones y simplificaciones. Una, que pareciera creer que son los representantes de una corriente política -como en el despotismo ilustrado- los que determinan por sí y ante sí el eventual "progreso" que implica su posición ante una ley o un proyecto, y no la escucha democrática de sus representados. Otra, que esgrimir como argumento la posición que adoptan en materia de aborto las "derechas" de Inglaterra, España o Alemania, es sacar completamente de contexto la discusión, obviando mañosamente que se trata de realidades muy distintas, en las que estas "derechas" no actúan en cuanto tales, sino en cuanto hijas del paradigma pragmático, como todo el mundo lo sabe.
En la política como en la vida, antes que las ideologías -tan de capa caída en nuestro tiempo- importan y a menudo prevalecen inclinaciones humanas como el egoísmo o la generosidad. Las culturas políticas vinculadas a los antiguos prototipos "derechistas" o "izquierdistas" tienen sus formas de egoísmo y generosidad por las que antagonizaron, en las que se cruzan, por ejemplo, concepciones de la economía, de la familia o de la vida, por lado y lado.
Inferir del hecho de que en Chile el electorado que se ubica, según los mencionados parámetros, en el centro y hacia la derecha tenga una sensibilidad mayoritariamente contraria al aborto, sea un atraso del que deben hacerse cargo los "déspotas ilustrados" que dirigen el sector, más que una pura simplificación, es un abuso.
En la vorágine cultural contemporánea, donde pocos cimientos resisten, una discusión sobre el divorcio sostenida once años atrás puede tal vez parecer inactual. Pero la que entonces fue derrotada no fue la indisolubilidad -que se violaba de distintas maneras-, sino la resistencia a una global avalancha desintegradora de la familia, en cuyos resultados Fischer y Covarrubias quieren ver, parece, un progreso. Difícil es sostenerlo si, como sabemos, en una década han pasado a ser más los divorcios que los matrimonios, mientras los hijos venidos al mundo fuera de una familia sobrepasan ahora con holgura el 50%.
Jaime Antúnez Aldunate