Manuel Silva Acevedo, poeta recientemente galardonado con el Premio Nacional de Literatura, escribió uno de los libros más lúcidos y proféticos de las últimas décadas: "Lobos y ovejas". Inspirado en la observación sobre la naturaleza humana de Gurdieff de que todos tenemos dentro un lobo y una oveja, Silva Acevedo incursionó en los abismos de la identidad chilena. Y lo hizo en 1972, un poco antes de que se desatara la violencia política en el país. Los poetas son -en Chile- como los perros que aúllan anunciando los terremotos antes de que estos empiecen. Por eso vale la pena escucharlos. La mayoría de los poetas son profetas sin saberlo ni pretenderlo.
En este breve y notable libro -donde están condensadas las cualidades del mejor oficio de Silva Acevedo- nos asomamos a verdades ingratas, revelaciones de nosotros mismos que probablemente preferiríamos no conocer. Como la confesión impúdica de esta oveja, al comienzo del libro: "un lobo en mi entraña/pugna por nacer/mi corazón de oveja, lerda criatura/se desangra por él".
Nada hay más peligroso que los lobos con piel de oveja. Los que se declaran "buenos", virtuosos, intachables -de un momento a otro- pueden convertirse en monstruos. Hemos visto a tantos así, en estas últimas décadas: el torturador que era un ejemplar esposo y padre de familia, el sacerdote que predicaba la virtud y la castidad, y en la oscuridad de su confesonario abusaba de niños o adolescentes.
"Lobos y ovejas" profetizó la violencia guardada en una sociedad -la chilena- aparentemente mansa y tranquila, una sociedad que se haría cómplice de las atrocidades de una dictadura siniestra. ¿No era acaso el general Pinochet, antes del golpe, un lobo disfrazado de oveja leal? Pero también nuestro poeta adelantó -a través de esa imagen de la oveja que se convierte en lobo- un hecho de impredecibles consecuencias que estamos viviendo hoy: la pérdida del capital moral que ostentaba la izquierda en nuestro país y en nuestro continente a causa de recientes escándalos de gran repercusión pública, algunos dignos del realismo mágico (como el de ese ministro argentino que escondía maletas con billetes en un convento).
¿Quién es hoy un lobo u oveja químicamente puro? ¿Quién puede tirar la primera piedra? Carl Jung, el psicoanalista suizo, acuñó el término "sombra" para referirse a esa parte del mal que todos llevamos dentro nuestro y que nunca reconocemos en nosotros mismos, pero que proyectamos con mucha facilidad sobre los otros. Ahí están los que enarbolaban discursos encendidos contra la riqueza y la corrupción de los poderosos, pero al mismo tiempo emitían facturas falsas a esos mismos empresarios para financiar sus propias campañas políticas. Por eso, todo discurso grandilocuente y que enarbola una superioridad moral debiera hacernos sospechar de que hay ahí un lobo travestido.
El libro de Silva Acevedo, por supuesto, tiene muchas más lecturas que esta. Cuatro décadas después de haber sido escrito, "Lobos y ovejas" sigue siendo actual y nos hace preguntarnos -por ejemplo- por qué Chile se está volviendo una sociedad cotidianamente violenta: asaltos de gran virulencia, maltrato de las mujeres y los niños, prepotencia y falta de respeto por los otros en la calle, son algunas de las innumerables expresiones o rostros de una violencia de la cual hay que indagar sus orígenes.
La "oveja" del poema de Silva Acevedo se hace esta lacerante pregunta: "¿por qué deseo ahogarme/en la sangre de mis brutas hermanas/apacentadas?" Esa debe ser también nuestra pregunta como país. Y para contestarla hay que atreverse a entrar en las profundidades de nuestro ser y no conformarnos con la "espuma" de los hechos. Chile necesita ver su propia "sombra" para que de ahí surjan nuevas luces, porque como dijo otro gran poeta, Enrique Lihn: "de la palabra que se ajusta al abismo/surge un poco de oscura inteligencia".