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Cartas
Miércoles 14 de septiembre de 2016
La vida tal cual es
Señor Director:
1. Mientras publicanos y pecadores se acercaban para escuchar a Jesús, los fariseos y los escribas murmuraban. Así comienza el Evangelio de la Eucaristía del reciente domingo. Vale no olvidar que los últimos eran los que conocían mejor la doctrina, etcétera, de la religiosidad judía de la época con sus infinitas prescripciones.
2. Habla, mi amable contrincante, de una "marca de clase" que identificaría a los católicos más "practicantes" y conocedores de la doctrina de la Iglesia. Lo que no sería tan extraño, pues han tenido más posibilidades de estudiar y conocer... Creo, sin embargo, que el asunto es bastante más transversal que lo que señala el señor Orrego, pues seguramente hay muchos cristianos "poco conocedores", pero por los hechos los conocerán... En cualquier caso, nunca he preguntado a nadie, en el terreno pastoral, por sus inclinaciones políticas concretas, lo que no correspondería.
3. Lo otro -que habría que observar-, es que situaciones subjetivas generalizadas se transforman en realidades objetivas que es necesario considerar, sobre todo cuando se habla de políticas públicas y del bien común construido a partir de la justicia.
4. Las posibilidades de discernimiento a veces pueden ser menores por carencia de elementos de juicio, lo que significa que algunos podemos tener más responsabilidad que otros. Aquí, no olvidar que "despenalizar" significa que permanece la pena por delito en todos los demás casos, y en los tres casos no se dice que no haya delito: se dice directamente que se despenaliza por causales acotadas.
5. Si el clero debe hacer un profundo "examen de conciencia", propone mi contrincante, debo decirle que, en lo personal, no puedo estar más de acuerdo. La misión encomendada, sobre todo en relación con el sacramento de la reconciliación, resulta cada vez un gran desafío que, siendo tan hermoso, no puede ser asumido sino con temor y temblor:
¿Quién soy yo para perdonar en nombre de Dios? Nunca somos suficientemente dignos para ello. En cualquier caso, la maravilla está en que el Señor y la Iglesia nos confían la misericordia de Dios, la que acoge al hijo pródigo con alegría. La misma que es rechazada por el hijo mayor que se siente dueño de la casa (de la verdad) y no quiere entrar donde su mismo Padre le está invitando, a la fiesta de la misericordia y del perdón.
6. Es interesante dialogar, en buena, con un profesor de filosofía, sobre todo ahora en que algunos ponen en duda su valor formativo: lo que ayuda a pensar, con pensamiento crítico, personaliza.
Percival Cowley V. ss.cc.