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Cartas
Miércoles 14 de septiembre de 2016
Libertad de conciencia y la DC
Señor Director:
La directiva de la Democracia Cristiana ha invocado el respeto a la conciencia de los parlamentarios para votar a favor o en contra del proyecto de despenalización del aborto en tres causales. Hace bien en mencionarla. Ahora bien, la conciencia ha de ser recta para ser válida. Es decir, se decide conforme a lo que se considera bueno y verdadero. Hay hechos que son objetivamente malos y no se pueden justificar porque "en conciencia" se consideran buenos. Torturar a un niño o matar a un inocente es siempre malo. Los nazis y los estalinistas estaban absolutamente convencidos de que lo que hacían era bueno para la grandeza de la nación o la igualdad de los pueblos.
La conciencia, además, ha de ser informada y responsable. ¿Ante quién se debe responder? Ante Dios, si se es creyente, y siempre ante uno mismo y ante la comunidad a la que se pertenece. En efecto, no es lo mismo la concepción individualista de la conciencia, que la personalista y comunitaria. En la primera, se puede hacer todo lo que se quiera con tal de no dañar al otro. En la segunda, lo que es bueno o malo es reconocido por la propia conciencia, pero también de lo que surja del debate y del acuerdo de la comunidad a la que pertenece. Cuando se ingresa a un partido político, que es una asociación voluntaria, se adhiere solemnemente a una doctrina. Si no se está de acuerdo con ella, no se entra a él. Así de simple. Por ello, cuando un representante popular vota según su conciencia, debe hacerlo dentro del marco de los principios de su partido. En el caso de la Democracia Cristiana, son los del humanismo cristiano que se basan en el valor del derecho a la vida y de la dignidad humana.
Por cierto se puede discutir a qué obliga el humanismo cristiano en un caso concreto. En ese momento, el partido reúne, delibera, se pone de acuerdo o resuelve democráticamente. Es lo que se hizo en el V Congreso Nacional del PDC, en el cual se rechazó la despenalización del aborto, por diversos motivos que sería largo mencionar aquí. Se podría insistir en que la mayoría democrática no puede violentar a la minoría. Muy bien, pero lo mismo se podría decir en el caso de que un senador sostenga que la violación permanente de los derechos civiles es indispensable para imponer el orden político. En tal circunstancia, ¿el partido puede hacer valer su parecer por sobre el del representante popular? Indudablemente que sí. De no hacerlo empezará a disolverse su identidad; disolución que a ojos vista está ocurriendo en la Democracia Cristiana y, en general, en los partidos políticos doctrinarios.
Sergio Micco Aguayo
Abogado y doctor en filosofía