La Selección se ha quedado sin ideas. Eso es más grave que perder en Asunción y empatar con Bolivia en el Monumental. Y si esta pérdida responde a una tendencia más que a un accidente, Chile va a quedar fuera del Mundial de Rusia.
Es prematuro concluir que la ausencia de respuestas de Chile a los desafíos que plantean los rivales se pueda entender como algo permanente, pero sí es evidente que las herramientas que empleaba la Selección para abrir los cerrojos o resolver los planteamientos del oponente dejaron de ser eficaces, aunque los intérpretes siguen siendo los mismos. Entonces, ¿o los contrincantes encontraron las claves para neutralizar el poderío nacional o las fortalezas del equipo chileno se agotaron porque el ciclo llegó a su fin y Chile no ha podido renovarse cuando es más difícil hacerlo: en el éxito?
Por si fuera poco, otro factor que hasta hace poco más de un año no existía hoy es casi un lastre: la buena reputación. Una semana atrás, en estas mismas líneas hablábamos del estigma del prestigio, los peligros asociados que enfrenta un equipo que de competitivo se convirtió en ganador. Esta última semana ha quedado demostrado que la Selección no sabe ni puede pretender jugar con el puro nombre, aunque algunas de sus piezas más relevantes estén empeñados (o convencidos) en enrostrarles a sus rivales una superioridad que mal enfocada se confunde con soberbia. Estos tropezones con estas dos selecciones de nivel medio como Paraguay y Bolivia quizás los hagan regresar a nuestra división de origen donde el rigor, el orden, la unidad de equipo y la ambición por hambre y no por fama son los patrones.
La variable presión, además, ha entrado en juego sorpresivamente tratándose de hombres experimentados y sometidos con frecuencia a exigencias de altísimo nivel. No da la impresión que el efecto de equipo bloqueado se deba a falta de confianza sino que más bien a una incomodidad con el esquema propio y, naturalmente, con la competencia del oponente. Juan Antonio Pizzi, con su irrenunciable sentido de cautela, se enfrenta desde ahora a definir su impronta en la Selección so riesgo de perder toda la popularidad interna y masiva que adquirió en la Copa Bicentenario. Primero tendrá que solucionar preguntas básicas: ¿Qué hará si la decisión de Bravo se mantiene? ¿Convocará a Valdivia para remediar la carencia de un habilitador neto? ¿Insistirá con dos laterales gastados como Isla y Mena? ¿Confirmará a Roco como zaguero central tras la sanción a Medel? ¿Le aporta Fuenzalida como alternativa ofensiva? Y también deberá reflexionar sobre otras interrogantes más profundas: ¿Tiene espacio para probar una nueva fórmula táctica en Quito? ¿Es momento de experimentar con una segunda línea de jugadores que aporte matices o variantes a un modelo sin sorpresas?
Bastaron dos partidos para que la imagen de solidez que dejó la Selección tras conseguir el bicampeonato de América cambiara drásticamente a una de fragilidad e incertidumbre. Y pese a que este grupo ha dado pruebas suficientes de recuperación, esta vez la duda de que el accidente sea una tendencia necesita una inmediata respuesta, porque ya no queda tanto tiempo para reparar el daño.