Chillán es un increíble repositorio de arquitectura racionalista, como se denomina al estilo moderno de la primera mitad del siglo 20. La ciudad fue arrasada por el terremoto de enero de 1939, el más mortífero de nuestra historia, pues la mayoría de las construcciones, incluidos importantes edificios públicos, no era apta para resistir. Lo poco que se mantuvo en pie, visión patética en las primeras fotografías aéreas jamás publicadas de una catástrofe en Chile, eran estructuras de hormigón armado en el estilo moderno. Esas imágenes tuvieron un profundo efecto en la sociedad chilena, que a partir de entonces aspiró a renovar todo lo construido, por bello y significativo que fuera, con aquello sólido y resistente que eufemísticamente pasamos a llamar "de material".
Chillán comenzó a ser reconstruido inmediatamente tras el terremoto con monumentales proyectos públicos, como es el centro cívico en torno a la Plaza de Armas, que incluye un enorme teatro, municipalidad, gobernación, tribunales de justicia y servicios; la célebre catedral, cuya fantástica vanguardia maravilló a todo Chile. Se levantó un gran hotel, una nueva estación de ferrocarril, un imponente cuartel de Bomberos (obra de Tibor Weiner, profesor húngaro de la Bauhaus que escapó de la Alemania nazi, también autor del arruinado Mercado de Concepción). Se construyeron escuelas y liceos, entre los que sobresale, por su historia y contenido artístico, la Escuela México, donada por dicho país a la ciudad en señal de solidaridad con Chile y el proyecto ideológico de Pedro Aguirre Cerda. Desde su umbral hasta la biblioteca del segundo piso, el interior del edificio está cubierto por los inefables murales de Xavier Guerrero y David Alfaro Siqueiros, regocijo visual -y monumento nacional- que aún hoy les habla del pasado y el futuro a escolares y a cientos de visitantes que peregrinan a verlos.
Al mismo tiempo, por toda la ciudad se levantaron casas en el sólido estilo racionalista; algunas de ellas realmente extraordinarias y aún intactas. Es que la ciudad concentra un tesoro de arquitectura moderna, y por fortuna el municipio lo sabe: mantiene una muy activa y eficiente Unidad de Patrimonio a cargo de jóvenes arquitectos que han publicado catálogos y guías, organizan tours y charlas y han logrado poner a la vista el valor material e intangible de su comunidad, sus barrios, sus edificios y su propia historia. A salvo de nefastas presiones inmobiliarias y pretensiones de falso progreso, Chillán es más bella, más interesante, más coherente y sabe más de orgullo cívico que muchas otras ciudades chilenas.