Cuenta la historia que en la antigua Roma, a Cincinato lo fueron a buscar al campo ¡a los 80 años! La República estaba amenazada, y solo él podía volver a poner orden. Mal que mal, su vigor físico e intelectual estaba aún intacto, y todavía se recordaba su gran gobierno anterior. Cincinato no titubeó: dejó el arado, y aceptó volver al poder.
Paradójicamente, la historia se puede repetir 2.500 años después. A diferencia de Cincinato, eso sí, Lagos anunció que por voluntad propia dejará el arado, pese a que -de acuerdo a las encuestas- no son tantos los que claman su regreso.
Esta vez no será necesaria una procesión a Caleu para convencerlo ni exigirá certificado de comportamientos previos para volver al ruedo.
La oferta principal de Lagos es gobernabilidad. Él lo tiene claro, y así se desprende de su propia declaración. Pero la gobernabilidad no se consigue sola. Y uno de los requisitos necesarios básicos es la de fijar un domicilio político. Y ello para Lagos no es evidente.
Un amplio sector de la derecha, que en su momento fueron durísimos en su evaluación con su gobierno, hoy ve en Lagos la salvación de Chile (de la misma forma como los patricios lo hicieron con Cincinato). Pero ello no es suficiente. Lagos ya el año pasado aclaró que no quiere ser como Arturo Alessandri, que volvió de manos de la derecha al poder.
Pero si es imposible que vuelva con la derecha, es difícil que lo pueda hacer con la Nueva Mayoría. Al menos con la Nueva Mayoría que conocemos hoy. Hay un sector que considera a Lagos el resumidero de todos los males que hoy vive el país. Es el emblema del "neoliberalismo concertacionista" que -pese a haber permitido dar un salto inédito en la historia del país- es culpado de ser la causa del descontento actual.
Podría juntarlos, como lo hizo Bachelet, si las encuestas lo comienzan a poner en primera línea. Mal que mal, la perspectiva de poder aglutina, pese a que algunos tendrían que votar con la nariz tapada. Pero al poco tiempo ocurriría lo que le ocurrió a este Gobierno, donde la ingobernabilidad se fraguó no en la Alameda, sino que al interior de La Moneda.
Es evidente que Lagos II no puede cometer el mismo error que Bachelet II. Es decir, no puede tratar de conciliar las dos almas irreconciliables de la Nueva Mayoría: el alma concertacionista y el alma de la retroexcavadora. A diferencia del peronismo, aquí no caben todos. Lagos debe definirse.
Dónde se ubicará Lagos, por lo tanto, es la gran pregunta. Y en eso tiene la gracia de saber qué está haciendo la izquierda renovada en el mundo. Sabe lo que están pensando Vals y Macron en Francia; sabe lo que está haciendo Renzi en Italia, y probablemente lo seduce más que el populismo bolivariano de Latinoamérica. Es probable que un inicio transite por el camino de la ambigüedad, pero el propio ataque de sus adversarios lo obligará a fijar posiciones.
En cualquier caso, lo que es claro es que si la candidatura de Lagos se concreta, sería el emblema del fracaso del actual Gobierno. Sería enterrar la retroexcavadora. Sería despertar del sueño de la utopía, de la resaca de la borrachera.
Hay que recordar que tras la elección de Bachelet, una de las banderas que más se levantaron fue la de que con esto se había terminado un ciclo político. Se hicieron autocríticas. Se rasgaron vestiduras. Y muchos se avergonzaron del pasado. Hoy la paradoja es que podría estar en la papeleta no solo Lagos, sino que también Piñera.
El mero anuncio de Lagos opaca a varios. A Insulza lo deja fuera de carrera. Mal que mal, siempre ha sido considerado un sucedáneo de Lagos. A Isabel Allende la incomoda. No tiene la fuerza para plantar una candidatura a su altura. A los débiles candidatos DC también los deja sin sentido de existir, ya que verán en Lagos la mejor opción de girar el timón hacia el centro. Y a Guillier también lo complica, ya que en privado ha dicho que su decisión dependía de Lagos, ya que él se define como "laguista".
Lo probable, por lo tanto, es que si Lagos es candidato deba enfrentar por la izquierda a uno o más candidatos que representen la otra alma de la izquierda. El alma que, paradójicamente, apuntará con el dedo a Lagos.
Para Piñera, por su parte, la irrupción de Lagos es compleja. La elite mira con buenos ojos a quien encabezó el "partido del orden" y los empresarios siguen amando a Lagos. Al menos al Lagos I. El peor error que podría cometer Piñera es correrse a la derecha levantando, por ejemplo, las banderas del conservadurismo moral. Piñera II, por el contrario, debe dar la sensación de que representa a un mundo que no es tan distinto al de Lagos I y que su atributo adicional es su capacidad de gestión.
Es difícil proyectar hasta dónde llegará la irrupción de Lagos como candidato. Tampoco es fácil determinar si podría lograr cumplir con la gobernabilidad ofrecida en caso de ser elegido Presidente. Lo que sí es claro es que en su fuero interno debe estar anhelando pronunciar la frase que Cincinato declamó al final de su segundo mandato: ¡El Estado se ha salvado!