En "Aquí no ha pasado nada" hay un muerto que la película filma fugazmente, mientras recogen sus despojos del lugar de los hechos. Y posteriormente una voz fría y funcionaria dará otros datos: Juan Candia Saldía, 32 años, casado, tres hijos.
Esa es la información. Mínima, escueta y sin nada personal. No hay lugar para la tristeza o duelo. Es un deceso fantasmal, poco importante y el impacto para los causantes es equivalente al que sufrió la camioneta: abollón, rozadura y pérdida de pintura. Nada que no arregle un maestro responsable, un juez diligente o un buen abogado.
Todo partió en una noche de juerga y trago, y en un mirador cercano a Zapallar, donde Vicente (Agustín Silva) conversa con Ana (Isabella Costa), a la que acaba de conocer, pero como si fuera de toda la vida, porque ya se olieron por barrio, riqueza, colegios, habla, conocidos y territorio. Y Ana subraya ese mundo con una revelación divina: "Obvio que Dios es cuico".
En "Matar a un hombre" (2014), la película previa de Alejandro Fernández Almendras, la presencia o la idea de un orden sobrenatural y protector no existía. Era un Tomé pobre, desesperado y sin salida, donde la única posibilidad era tomarse la ley en las manos, hacer lo del título y sufrir las consecuencias.
Durante media hora la cámara respira sobre el hombro de los jóvenes feligreses que van de recreo, ocio y fiesta, y también de pito, cocaína y brindis. Comparten confesiones, cometen algún robo, recorren estaciones, viajan en varios autos y los que van a bordo de la camioneta roja chocan con algo.
Hasta ese punto en la pantalla, de vez en cuando, se indica día y hora: 8:12 pm del 8 de marzo del 2015, hasta al día siguiente a las 9:00 am.
El resto de la película ocurre en un lapso de tiempo mayor y en pantalla, más de una vez, se reproduce el chateo de Agustín con el resto de su tribu, donde se habla de la muerte y el accidente, pero no es lo relevante.
Los jóvenes ya cumplieron el primer mandamiento de llamar a sus padres y viene la hora del mundo viejo y adulto con la misión de componer el caso, estibar los cargos y arreglarlo en los tribunales.
Los jóvenes se silencian, encogen y protegen. Y también se evitan, por si hay que sacrificar mínimamente a alguien. El chat y el sexo se mantienen. Habrá algún ajuste, un cierto acomodo o alguna molestia, pero lo definitivo es el título: "Aquí no ha pasado nada".
Lo más desolador de la película es la ausencia de pena y culpa, la falta de conciencia y la inexistencia de cualquier remordimiento.
Fue un choque de la materia y un percance físico.
Habrá algún reproche pasajero, pero ni pensar en pesadillas o desesperación. Acá no hay lecciones ni enseñanzas morales. Son cosas que pasan y no cuesta olvidar, porque en realidad ya nadie las recuerda.
Fue menos que un hombre: un ruido, una sombra, un golpe.
Una vez realizado el salvataje y la limpieza, los involucrados y la camioneta quedarán como antes: como nuevos.
Chile, 2016. Director: Alejandro Fernández Almendras. Con: Agustín Silva, Paulina García, Alejandro Goic. 96 minutos. Mayores de 14 años.