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Editorial
Martes 30 de agosto de 2016
Referente de izquierda
Las encuestas, se sabe bien, no garantizan la cohesión necesaria para ofrecer gobernabilidad a un país, y menos si los contextos en los que se apoya esta son los actuales, donde la política ha perdido el favor ciudadano...
Seis son las agrupaciones políticas que dieron vida al nuevo referente de izquierda: Revolución Democrática (RD), Movimiento Autonomista (ligado al diputado Gabriel Boric), Convergencia de Izquierda, Izquierda Libertaria, Partido Humanista (PH) y Nueva Democracia. Según sus declaraciones, la aspiración es a conformar un bloque de izquierda distanciado de la Nueva Mayoría.
Dos elementos parecen decisivos para dar este paso. Por un lado, el acentuado desprestigio de la política tradicional, en particular la debilidad de la Nueva Mayoría; y, por otro, la perspectiva de las elecciones que vienen este año y el próximo, y sobre todo las parlamentarias, en las que se estrenará el nuevo sistema electoral proporcional que reemplaza al binominal y que aumenta las oportunidades de las colectividades pequeñas.
Pero conformar un partido político serio y sustentable es algo que demanda tiempo y dedicación. Sumarle a esa tarea la apuesta para concertar un nuevo referente ideológico que agrupe a diferentes entidades partidistas y movimientos en germinación agrega dificultades a la empresa. La coyuntura que vive Podemos en España, modelo indiscutible de algunos de los componentes de este nuevo bloque, así lo confirma.
Por de pronto, la sola conformación de un partido involucra muchos más elementos de los que son requeridos para legalizarlo. Obtenidas las firmas, un partido nuevo debe procurarse las condiciones que le aseguren la capacidad para convertirse en un actor relevante en el debate de las ideas y para originar propuestas de políticas públicas competentes que aporten valor en los diferentes sectores. El episodio de Revolución Democrática en la elaboración del proyecto de reforma de la educación superior y su posterior abandono del Ministerio de Educación, desligándose de los resultados de su trabajo, no son experiencias que se pueden repetir libremente.
Las encuestas, se sabe bien, no garantizan la cohesión necesaria para ofrecer gobernabilidad a un país, y menos si los contextos en los que se apoya esta son los actuales, donde la política ha perdido el favor ciudadano. El terreno sólido debe en cambio proveerlo la filiación de base, esa que lleva tiempo fidelizar y formar para los desafíos del futuro, razón suficiente para que los partidos estén llamados a algo más que a solo plegarse a la causa de la renovación política. Si se quiere realmente pasar de una consigna a un hecho cierto y contundente, lo que la política partidista debe hacer es un trabajo duro y a largo plazo. La ambición electoral debe ir acompañada de sustentos teóricos y prácticos, sin los cuales la política no se diferencia de una bandera de lucha apoyada momentáneamente por la ciudadanía.
Es entendible que las ambiciones crezcan junto con la popularidad, pero las colectividades están llamadas a crecer en mucho más que en el número de sus simpatizantes. Sus capacidades para viabilizar sus idearios y sostener sus acuerdos programáticos requieren de ellas un trabajo interno que se ha vuelto cada día más exigente. Aquí está el desafío central para este nuevo referente de izquierda si quiere ser más que un impulso del descontento ciudadano propio de un momento en que las instituciones tradicionales, en todo el mundo, se hallan cuestionadas.