La coalición política que nos gobierna tiene un 8% de adhesión ciudadana, según nos mostró la encuesta CEP la semana pasada. Pero pese a eso, la Nueva Mayoría nos gobierna sin ninguna timidez. Todo lo contrario, muestra una pachorra espectacular, como si tuviese un 80% de aprobación.
Los dirigentes de la Nueva Mayoría van por la vida sacando pecho, hablando golpeado, dictando cátedra, haciendo anuncios de todo lo que harán y de lo que no harán.
La Nueva Mayoría tiene un 8%, pero lo hace pasar por más. Trata de conferirle un poder superior, especial. Convierte su 8 en un "Súper 8".
Por eso los chilenos, gobernados hoy por la Nueva Mayoría, vivimos bajo la "Ley del Súper 8".
El problema es que este "Súper 8" resulta no ser tan saludable. Ni eficaz.
Fíjense, por ejemplo, en lo que ocurrió esta semana con el nombramiento del nuevo subsecretario del Ministerio Secretaría General de Gobierno. Duró doce horas. Tuvo que renunciar a asumir, porque trascendió que había sido despedido de la universidad donde trabajaba después de comprobarse que había vulnerado una de las normas sagradas de una casa de estudios: respetar la propiedad intelectual.
Es cierto que la responsabilidad del nombramiento es del Gobierno, pero también es del Partido Radical, la colectividad a la que pertenece el fallido casi subsecretario. El PR debió evitarle el bochorno a la Presidenta chequeando bien los antecedentes de su militante. Será una muy buena lección para los radicales, que se disponen a levantar la candidatura presidencial del senador Alejandro Guillier. Tendrán que perfeccionar mucho más sus procedimientos para evitar nuevos errores no forzados.
¿Y qué me dicen de la idea de sacar el ramo de filosofía de los planes de estudio de los colegios? ¿No les parece a ustedes que una medida como esa, que puede impactar tan decisivamente en el modo en que aprenden a pensar las nuevas generaciones, debiese ser discutida con más calma, tratando de buscar consensos?
Para qué hablar del tema del 5% que el Gobierno propone de aumento de las cotizaciones previsionales. La ministra Rincón (DC) y el ministro Barraza (PC), ambos hijos predilectos de la Nueva Mayoría, aseguran a viva voz que esas platas (que no son de ellos) no irán a las cuentas de los trabajadores, sino a un fondo aparte. Así lo dicen, tal cual, con ese aplomo que les da tener el 8% de la aprobación popular.
A eso me refiero cuando hablo de convertir un 8 en un "Súper 8".
Pero seamos justos. Hay al menos un par de personas dentro del Gobierno que comprenden que un 8% es un 8% y que no hay manera de hacerlo pasar por más ni aunque uno se suba arriba de un cajón de manzanas o salga a gritar por las calles. Se trata de los ministros Valdés y Céspedes. Son ellos los que están defendiendo la idea de no hacer nada mientras no se logre un acuerdo amplio, un pacto nacional, o algo por el estilo. Saben que hay que sumar su 8%, más el otro pobretón 10% con el que aporta Chile Vamos, más otro porcentaje indefinido de representantes de gremios, de la academia y otras fuerzas sociales.
Eso es lo que se bate a duelo en estos días en el oficialismo: la humildad sensata de los del 8%, versus la fatal arrogancia de los del "Súper 8".
Y pensar que fue Guido Girardi -otro hijo mimado de la Nueva Mayoría- el que impulsó la original "Ley del Súper 8", que buscaba eliminar esa oblea bañada en chocolate de la faz de la Tierra.
Así son las paradojas de la política.