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Editorial
Domingo 28 de agosto de 2016
Reforma curricular extraviada
La amputación de la filosofía del currículum genera una carencia grave en la formación de los alumnos, desvinculándolos de una dimensión esencial de nuestra tradición cultural.
Una fuerte reacción adversa ha despertado la propuesta de la unidad técnica pertinente del Ministerio de Educación para reformar la estructura curricular del plan común de la educación científico-humanista y técnica. Especial rechazo causa la desaparición de la historia y la filosofía como disciplinas autónomas. Respecto de esta última, que se impartía en tercero y cuarto medio, explicó la autoridad que sus contenidos se incluirían en la nueva asignatura -propuesta por la comisión Engel- llamada "Educación ciudadana", sin perjuicio de poder impartirse también como asignatura electiva, lo cual, de ser verdadero lo primero, es inconsistente con lo segundo: ¿para qué ofrecer como electivos los mismos contenidos que ya estarían cubiertos por la nueva asignatura?
La reforma parece fundarse en errores conceptuales graves. La filosofía, ante todo, excede la formación ciudadana, a la cual sin duda contribuye e incluso, para influyentes pensadores, es maestra de civilidad. La filosofía, desde sus orígenes, ha mostrado una "devoción" -como lo definió un pensador- por la búsqueda y el preguntar. Por cierto que la historia de la filosofía contiene una secuencia de respuestas tentativas, pero su rasgo distintivo respecto de cualquier otra disciplina es su obsesión por dar con las preguntas correctas, aquellas preguntas que los demás saberes no se formulan o lo hacen mal, preguntas que se refieren a opiniones aceptadas como presupuestos incuestionables, de suyo evidentes.
La filosofía, incluso en sus áreas más especulativas, es un ejercicio sistemático por cuestionar lo que en apariencia no requiere ser cuestionado. Un ejemplo claro y urgente se refiere al preguntarse por los límites y fundamentos de la ciencia contemporánea o por la común naturaleza del ser humano. La amputación de la filosofía del currículum genera, así, una carencia grave en la formación de los alumnos, desvinculándolos de una dimensión esencial de nuestra tradición cultural. No se trata de plantear a la filosofía como panacea y, desde luego, sería importante someter a una profunda revisión los programas, textos de estudio y metodología de su enseñanza, pero su eliminación parece una mala señal -cuyo origen no puede sino atribuirse a una tosca desvalorización- para las nuevas generaciones y golpe muy duro para el cultivo de las humanidades en nuestro país.
La absorción de Historia y Ciencias Sociales dentro de un ámbito disciplinario inédito ("Ciencia, naturaleza y sociedad") no puede sino dar lugar a inquietudes análogas.
En la reforma propuesta se advierte una tendencia titubeante a borrar los límites disciplinarios; titubeante, porque solo alcanza a algunas asignaturas y a otras no. Matemáticas, que se mantiene como autónoma, ¿acaso no es una ciencia? Lo mismo puede ser preguntado respecto de "arte", que bien podría entenderse como parte de "sociedad". La reforma, por otro lado, parece ampliar el campo de la literatura, al introducir el ramo de "Lenguaje y literatura", lo cual es un progreso para las humanidades, pero, por otro lado, hace desaparecer la filosofía y la historia como disciplinas independientes. Cabe preguntarse, pues, ¿cuál es el rumbo de esta propuesta? Urge, por lo mismo, una discusión pausada, abierta a la sociedad y con la mira puesta en los intereses y formación de los alumnos.