Señor Director:

El senador Manuel José Ossandón acaba de señalar en una entrevista en Radio Bío Bío, del lunes 22 de agosto, que está distanciado de Karadima y que ha pedido disculpas por haberlo avalado intensamente cuando su caso saltó a la palestra pública, hace más de seis años. Con sorpresa leo y oigo su entrevista. Trata de matizar sus brutales palabras después de que denunciamos a Karadima y él salió en su defensa. Jamás, a pesar de haber recibido sus insultos públicos en diferentes medios, recibí ninguna disculpa pública ni menos personal.

Desde hace algún tiempo el senador Ossandón está tratando de lavar su imagen respecto de la férrea defensa que hiciera de Karadima, cuando interpusimos -junto a Jimmy Hamilton y José Andrés Murillo- la querella en su contra. En una de sus tantas entrevistas de entonces, le dice al abogado Jorge Navarrete, que lo entrevistaba para El Post, que yo era amigo suyo y que hasta fui a su postura de argollas, lo que es efectivo. Cuando Navarrete lo cuestiona por su defensa a Karadima, empieza una diatriba de crueles insultos, señalando que si a él lo hubiesen tocado, habría matado a Karadima. Como eso no ocurrió, Ossandón sugiere que lo que pasó no fue un abuso, sino un acto homosexual consensuado. Ratifica lo anterior a renglón seguido, diciendo que a su juicio no hubo jamás pedofilia ni abuso, sino que -por lo que averiguó de mí- yo participaba porque me gustaba, lo que según Ossandón era contrario a lo que haría "cualquier normal".

Hoy el senador Ossandón me importa poco. Sin embargo, me preocupan él y varios políticos que encarnan "la actitud Ossandón". Su estilo de ningunear. Se basan en prejuicios y estereotipos, hacen fe ciega e ignoran testimonios muy dolorosos y evidencias que no dejan dudas. Esa manera maniquea y arrogante de despreciar al que se atreve, desde el temor y la vergüenza, a denunciar al más poderoso. Espero que los chilenos vean más allá de "la actitud Ossandón" al elegir un futuro Presidente o Presidenta en nuestro país.

Aunque él ahora lo repita una y mil veces, porque quizás le conviene o disminuye el peso de su conciencia: no soy su amigo, porque ellos no están solo para los festejos o cuando la dignidad de esos amigos no está en juego. Si tengo amigos es porque cuando desde la máxima vulnerabilidad quise decir la verdad, ellos me regalaron su beneficio de la duda, me acompañaron cuesta arriba hasta que la verdad se impuso y me seguirán acompañando, generosamente, por todo el resto del camino en que me mueva.

Juan Carlos Cruz Chellew