En los primeros 10 minutos de esta película, el senador comunista Pablo Neruda (Luis Gnecco) será desaforado, mientras su partido es ilegalizado y la dirección toma la decisión de pasar a la clandestinidad. Neruda debe salir del país. Un presidente Gabriel González Videla con rasgos de aguda neurosis (Alfredo Castro), que ha decidido perseguir a sus aliados del PC, ordena "atraparlo y humillarlo".
Quien recibe la instrucción es el detective Oscar Peluchonneau (Gael García Bernal), que ha empezado su función como narrador desde las imágenes iniciales. La voz de Peluchonneau describe a los comunistas con sorna y desprecio, aunque su mayor encono es contra los artistas: "No saben lo que es dormir en el suelo, pero son todos rojos". Neruda, el mayor de todos: se solaza en pequeñas orgías, prostíbulos y bares; escribe con el whisky a la mano; finge su "voz de poeta"; teatraliza su condición de perseguido y hace de su celebridad una pequeña tiranía. Peluchonneau reproduce, casi con inocencia, la caricatura con que alguna derecha ha querido descalificar a Neruda con el pretexto de desmitificarlo.
Este es un filme político, aunque opera en el reverso de la política: la construcción del antimito, la contrametáfora, la reducción de la ideología al simbolismo, la denuncia de la incoherencia como traición. El Neruda real importa poco: este personaje que recita poco más que el "Poema 20" está construido para servir a la tesis (y al problema) de la película. Pero se llama Neruda y esta decisión no puede ser considerada inocente.
Cierto, Peluchonneau es un narrador subjetivo. Pero no es un narrador dudoso ni opinable. Las imágenes no lo contradicen; por el contrario, confirman cuanto dice. ¿Nacen de su imaginación? No: fílmicamente, la película no es el resultado de su punto de vista.
Pero literariamente sí lo es. Su relato domina y dirige el filme durante los casi 100 minutos en que se desarrolla la huida y la persecución de Neruda hasta su salida hacia Argentina. La frase clave la pronuncia Peluchonneau en el inicio de la persecución: "Soy un gran policía, pero también puedo ser un gran artista". A partir de esta definición, Peluchonneau persigue a Neruda para capturarlo, pero sobre todo para comprenderlo, para acceder a los misterios de su condición de artista.
A medida que el relato avanza, esta obsesión se hace más literatosa y se carga verbosamente con los temas del perseguidor y el perseguido, el creador y la creación, el doble y la suplantación. Pero esta es todavía la cáscara.
El verdadero tema de Neruda es la dificultad de comprender al artista, un problema que parece trasladarse de Peluchonneau al cineasta (¿o es al revés?). Es el mismo problema de Fuga, el largometraje con que debutó Pablo Larraín y, en cierto modo, también el de Tony Manero. ¿Qué hace que alguien sea un artista y, peor aún, que pueda ser un gran artista? Esta es la pregunta que Peluchonneau, enfrascado en sus observaciones de petimetre, no puede responder, ni siquiera cuando ya es demasiado tarde.
Neruda
Dirección: Pablo Larraín.
Con: Luis Gnecco, Gael García Bernal, Mercedes Morán, Pablo Derqui,
Michael Silva, Diego Muñoz, Jaime Vadell, Alfredo Castro.
108 minutos.