La película recrea un episodio mítico de Pablo Neruda: su huida a caballo hacia la cordillera, para construir la aventura de un poeta perseguido que cruza el Chile profundo y selvático de su escritura.
Ya José Miguel Varas en su libro "Neruda clandestino" y también el cineasta Manuel Basoalto en "Neruda" (2014), dieron cuenta de este capítulo conocido y popular que ahora es recorrido con otra mirada y perspectiva.
La película parte con un Neruda senador y en el Congreso Nacional, pero en un salón solo para caballeros: los urinarios.
La decisión revela un propósito central en el cine de Pablo Larraín: romper con lo sacro, escupir el culto y enturbiar cualquier divinidad.
Por eso en la película retumba el imaginario y las acusaciones de la derecha doméstica, donde Neruda vivía lejos del pueblo que decía representar, y su verdadera condición era la de un dios comunista, pagano, libertino, indiferente y cruel, donde el gran ejemplo era el maltrato y abandono de su primera mujer y esa hija enferma. Y por eso el poeta desnudo y retozando con prostitutas en fiestas íntimas, o en celebraciones colectivas donde se sueltan las trenzas y las ideologías.
Pero Neruda no es un demonio de la perversidad y Luis Gnecco como el poeta, en una gran actuación e incluso en la sobreactuación, encuentra algo complejo y mítico: la conexión del hablante lírico, tan olímpico, con el pueblo más sencillo y llano.
Es la voz de poeta y su recitado de temblor profundo e intermitente.
Es el personaje que se saca el disfraz y se conmueve con lo humano y chileno.
Es el rostro y los ojos de Jara (Michael Silva), el guardaespaldas, que lo mira desde el fondo del aire rojo, porque desconfía del don revolucionario de la poesía.
Sobre un cerro de Valparaíso, enfrentado a un niño harapiento y sin futuro, Neruda no tiene nada para entregar, excepto lo que está en sus manos: un abrazo de hombre.
O es un Roberto Farías excepcional como el cantor de un burdel que sostiene al poeta en sus brazos y en sus labios. Cuando lo interroga el policía que encabeza la persecución, Oscar Peluchonneau (Gael García Bernal), el cantor le explica lo que es la vida, el orgullo y la poesía. Le explica lo que es Neruda para un hombre del pueblo.
Ese monólogo magnífico, encarnado e intenso, revela la debilidad central de la película: el personaje de Peluchonneau, tan relleno de paja literaria y por eso parlanchín y a contraluz, cavilante y rebuscado.
"Neruda" se sostiene sobre un extraño vacío, porque uno de los protagonistas se hace impostado y es un cuerpo extraño por donde se asoma lo peor de "Fuga" (2006): pretensión y cursilería.
Peluchonneau, en realidad, era una voz en off y no un personaje innecesario.
En todo caso queda lo demás, que no es poco.
Neruda, el superhéroe chileno, en lo más parecido a una superproducción chilena.
Y aquí están sus grandes poderes: su vida, el partido y su voz de poeta.
Chile-España-Argentina-Francia. 2016. Director: Pablo Larraín. Con: Luis Gnecco, Gael García Bernal, Mercedes Morán. 107 min. TE+7.