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Cartas
Viernes 29 de julio de 2016
Justicia y cine
El ritmo venerable que ordinariamente toma un proceso, y la lucha diaria por alcanzar una justicia imparcial -con la balanza de los argumentos y la venda ocular-, nos enfrenta continuamente con la mirada que ofrece el cine de casos judiciales y nos invita a reflexionar sobre la convergencia que presentan este fenómeno y el ejercicio de la profesión jurídica.
Al igual como ocurre con las palabras en la literatura, al invento del cine se le reconoce como un medio de entretención a través de imágenes. Una genuina forma de expresión artística de nuestro tiempo; un auténtico espejo que nos acerca a nuestra memoria y una ventana por la que nos retratan los demás.
Como herramienta pedagógica, el cine presenta una notable capacidad de trasladar en un guion o en una adaptación todo el drama y las conductas humanas con las que trabajamos a diario. Permite recorrer con la cámara una radiografía completa de la riqueza y la miseria; de la maldad y de la culpa; de la belleza y la fealdad, el ingenio y la estupidez vaciada en la pantalla en conflictos por herencias, divorcios, crímenes y todo aquello que es inherente a nuestro comportamiento.
Tanto por el contenido de la representación que juega el papel del letrado ante un escenario, tan solemne como un tribunal o una corte, como por la temática que recorren los asuntos que defienden, los abogados están continuamente obligados a enfrentarse con situaciones y puestas en escena cuyo universo y plasticidad despiertan curiosidad y atractivo en el público, continuamente inundado de un fuerte oleaje de publicidad judicial.
Por su género argumental, las obras cinematográficas están presentes en la enseñanza de numerosas disciplinas jurídicas.
El surgimiento del Derecho Laboral es magistralmente abordado en el mensaje que contiene "Tiempos modernos", de Charles Chaplin. El Derecho Constitucional y el derecho a la defensa en condiciones extremadamente adversas, en "Matar a un ruiseñor". La libertad de expresión puesta en la arena judicial, en el clásico "La herencia del viento", con un drama real del denominado "Juicio del mono". La temática de la literalidad de los títulos de crédito del Derecho Comercial en el ejemplar "Mercader de Venecia", de Al Pacino.
El Derecho Penal -por lejos el más tratado en el cine-, en la adaptación de la célebre novela de víctimas y verdugos "A Sangre Fría". El Derecho Procesal y la prueba rendida en juicio, en "Anatomía de un asesinato". El problema de la rehabilitación social y la reinserción, en "La naranja mecánica".
Resulta imposible, en esta heterogénea y arbitraria sinopsis, dejar de lado el significado que alcanza la justicia en el ambiente de algunos westerns que imponen a balazos la ley y el orden, como "El hombre que mató a Liberty Valance".
Como vemos, se abre una cantera de tópicos cuya amplitud en este gran teatro enlaza con lo esencial de nuestro cometido, ya que, al fin y al cabo, todas estas películas nos hablan de la aplicación del derecho, de la verdad y de la forma de alcanzarla con esta profesión.
Dicho enfoque se advierte en la lucha, en la destreza y, a veces, en el heroísmo que exhibe un abogado como Atticus Finch, que asume la defensa de un campesino negro acusado de violar a una joven blanca en un entorno teñido de racismo, como sucede en "Matar a un ruiseñor"; o en aquellos casos en que la lucha consiste en mantener la integridad y preservar la dignidad de un argumento a través de un relato que nos va sumergiendo en su propia ruina ("Acción civil"); o bien, al mostrarse en todo su esplendor el poder de la corrupción, cuando un abogado colabora como consigliere permanente de la mafia, el famoso Tom Hagen de "El Padrino" .
Desde el punto de vista de la administración de justicia, ejemplar resulta "Doce hombres en pugna", referida a los 12 miembros de un jurado que se encierran a deliberar un caso de asesinato y el notable contrapunto que ofrece el "Juicio en Nuremberg", con Spencer Tracy en el papel del justo juez Haywood, quien se encarga de la difícil tarea de juzgar ex post facto a cuatro jueces del régimen nazi, destacando el papel descollante de la acusación y una ejemplar defensa.
Sin duda, el mensaje extendido que deja el cine y los servicios que presta a la imagen de la profesión jurídica están por encima de toda discusión. Sobre todo cuando los derechos se hacen visibles y se eternizan en las fronteras de un filme, con la actuación inolvidable de un abogado o de un juez, percibida bajo un golpe de luz, cámara y acción.
Arturo Prado Puga
Consejero Colegio de Abogados