Manuel José Ossandón ha anunciado su retiro de Renovación Nacional y su deseo de emprender, más o menos por cuenta propia, su camino hacia la Presidencia de la República. Esta noticia tiene un lado malo para el país, pero también representa una oportunidad que la centroderecha bien podría aprovechar.
El lado malo tiene que ver con una posible "peruanización" de la política chilena. Perú es un país magnífico, con gente muy agradable y que todavía conserva restos del Virreinato, aunque tiene una grave falencia política: la debilidad de sus partidos. De hecho, la mayoría de las agrupaciones que participaron en la última elección presidencial se habían formado unos meses antes (la de Kuczynski es de fines de 2014). Los partidos se hacen y deshacen con la misma facilidad con que uno arma un equipo para jugar fútbol un sábado en la mañana. Esto es peligrosísimo, porque se presta para toda suerte de caudillismos y hace muy difícil la tarea de gobernar.
Si cada uno de nuestros candidatos se encamina hacia la Presidencia por una vía propia -es decir, si los partidos comienzan a ser irrelevantes o constituyen una compañía poco útil cuando uno quiere mostrar una cara grata ante el electorado-, entonces no nos extrañemos si empiezan a surgir los aventureros. Y ya suficientes problemas tenemos en Chile como para empezar a hacer de nuestra política una forma de lotería.
En este sentido, es comprensible que los líderes de los partidos de centroderecha y distintos parlamentarios hayan manifestado su molestia por esta migración un tanto intempestiva. Necesitamos partidos fuertes, y la renuncia de Ossandón apunta en la dirección contraria.
Pero veamos ahora el lado bueno, de cara a la próxima elección presidencial. No sé lo que pensaron ustedes, pero a mí me horrorizó la cantidad (proporcionalmente inversa a la calidad) de candidatos que tuvimos en nuestra elección presidencial de 2013. En Chile es muy fácil ser candidato: basta con contar con el patrocinio ciudadano del 0,5% de los votantes de la última elección para diputados (6.698.524). Eso lo consigue cualquiera, porque entre los amigos de los amigos no es difícil llegar a 33.493 firmas.
No se trata solo de que un acto tan importante como una candidatura presidencial se esté tomando en Chile con la misma seriedad con que alguien organiza una presentación en una fonda dieciochera. Sucede que, por definición, una campaña presidencial supone un debate, confrontación de posiciones, y formular propuestas al país acerca de los temas fundamentales de nuestra convivencia. Pero con nueve candidatos parloteando no hay diálogo posible, y resulta muy fácil que alguien nos pase gato por liebre: así nos sucedió con la ganadora de la última elección presidencial.
Recordemos un momento los debates que tuvimos la oportunidad de presenciar. Era tal el cúmulo de disparates que se oían, que la pobre Evelyn Matthei parecía una extraterrestre; así, Michelle Bachelet pudo colocarse en el medio, como la candidata de la moderación. Y ciertamente parecía mesurada, en comparación con Roxana y otros.
Todo hace pensar que el año próximo volveremos a tener un circo semejante. Por eso, resulta imprescindible que haya más de un candidato que diga cosas mínimamente razonables, y aquí Ossandón juega un papel importante. Ya que no podremos tener una primera vuelta con 3 o 4 candidatos, al menos hay que conseguir que, del tiempo total que se dedica a la discusión pública, haya un porcentaje significativo de minutos en que se oigan cosas mínimamente sensatas: que nadie debe gastar más de lo que tiene; que Fantasilandia está bien, pero solo para ir de paseo con los niños por unas horas; que la voz de la calle no es necesariamente la voz de Dios, y que existe una institución que se llama familia, que es necesario proteger.
Dicho con otras palabras, en la próxima elección podríamos tener varios candidatos (él, Velasco, Piñera u otro, Kast) que, por encima de sus diferencias doctrinales, sean capaces de mantener un pie a tierra. En suma, se trata de conseguir un ambiente poco propicio para los fumadores de opio (para emplear la certera expresión del gran Escalona), lo que será bueno para el país, que, después del experimento de la Nueva Mayoría, necesita una cura de realidad. De este modo, podremos decir que esta escapada de Ossandón habrá terminado por beneficiar al partido de la sensatez.