Alguien tenía que hacerlo. Alguien tenía que meterse alguna vez con el estado de alienación que han introducido los celulares en la conducta humana, una alienación que es paradójica porque parece justificada por la comunicación, aunque mejor habría que decir una forma de sincronización -como la llama el filósofo Byung-Chul Han-, que tiene el potencial de sustraer, además de la identidad, la totalidad de la libertad.
Alguien tenía que hacerse cargo de este fenómeno que hace ya rato invade las propias pantallas del cine. Y como en muchos otros temas de la modernidad, al fin lo hizo Stephen King, el adelantado, el "escritor de salame" como se llama a sí mismo, el visionario que traduce desde el género del terror unas punzantes intuiciones sobre la labilidad de la condición humana. Desde el estreno de la feroz
Carrie, en 1976, las novelas y cuentos de King han sido adaptadas para el cine en más de doscientas películas, lo que lo convierte en el escritor más adaptado de la historia, con una singularidad adicional: sus ideas son tan fuertes, que hasta las peores cintas retienen algún interés.
En esta película -donde es coautor del guion-, Stephen King imagina a un personaje, Clay Riddell (John Cusack), dibujante de novelas gráficas y hombre en crisis afectiva, que llega al aeropuerto de Boston y se queda sin comunicación justo en el momento en que una señal extraña llega a todos los celulares y convierte a los usuarios en bestias violentas y asesinas. El aeropuerto se transforma en un infierno de sangre y muerte.
El resto es la trayectoria de Clay para encontrar a su hijo Johnny. Acompañado por un solitario conductor del metro, Tom McCourt (Samuel L. Jackson), y sucesivos compañeros jóvenes -todos los cuales cumplen una función en el relato-, Clay inicia su travesía por un paisaje asolado por los zombies celulares que han proliferado tanto como los teléfonos móviles. Nadie es confiable, nada es seguro. El mundo ha enloquecido, mientras las antenas se levantan sobre los campos, mudas e indemnes.
Hablando con el joven Jordan (Owen Teague), otro de los sobrevivientes de la plaga, el propio Clay compara su viaje con el de Orfeo por el inframundo. Es cierto que el relato sigue sus obsesiones, y hasta puede ser leído como su pesadilla personal. Aun así, la referencia a Orfeo parece un poco pretenciosa, sobre todo cuando el tema esencial no es la reedición de los grandes mitos humanos, sino precisamente el colapso de toda la cultura bajo la fuerza de una tecnología que carece de límites.
El cineasta Tod Williams hizo al menos una buena película. Una mujer difícil, y quizá no era el más apropiado, para conducir una historia tan desquiciada como la de
El pulso. Pero la imaginación de Stephen King lo sigue resistiendo todo, y mejor en este caso que en muchos otros.
Cell
Director: Tod Williams.
Con: John Cusack, Samuel L. Jackson, Isabelle Fuhrman,
Owen Teague, Stacy Keach, Anthony Reynolds.
98 minutos.