Señor Director:

Las trágicas violaciones de los derechos humanos en el pasado nos demandan una difícil altura de miras y la mayor objetividad posible. Hay sentimientos muy comprensibles de quienes cargan el dolor inmenso de una injusticia espantosa sufrida en ellos mismos o en otros muy queridos.

Siempre debiéramos estar alertas para que tanto sufrimiento no nos juegue una mala pasada, deslizándonos hacia impulsos de revancha. Nunca el dolor del pasado justifica el desborde incontrolado de un eventual ánimo de venganza. Esto parece actual por lo que está sucediendo con Juan Emilio Cheyre.

Tuve que cumplir algunos encargos, encomendados por el cardenal Silva Henríquez y la Nunciatura Apostólica de la Santa Sede en Chile. En aquello pude conocer de cerca a Cheyre como un hombre siempre verídico, justo y generoso. Digo esto con la más absoluta certeza que es humanamente posible. Estoy del todo seguro que ahora no está mintiendo a la justicia y a todos los chilenos que leen, miran, sienten y reflexionan.

P. Joaquín Alliende L.