En la Francia de 1920, la baronesa Marguerite Dumont (Catherine Frot) es una de las más entusiastas benefactoras de la música. En torno a ella se reúnen aristócratas, políticos, militares, toda la gente rica y poderosa de la posguerra que quiere hacerse notar formando parte de la beneficencia de la baronesa. Pero hay un detalle: a Marguerite le gusta cantar, y lo hace de manera espantosa, sin ningún talento ni capacidad. Ella no lo advierte y nadie se lo quiere decir.
Marguerite está casada con Georges (André Marcon), un marido que no la quiere y que ve su pasión por cantar como una creciente pesadilla. Quien la protege y la estimula es un mayordomo negro, Malesbos (Denis Mpunga), el único que percibe que la necesidad de cantar de Marguerite es una forma de aquietar su infinita soledad, pero que también ve en ella un espejo de su propia demencia.
El relato se organiza en cinco capítulos de poco más de 20 minutos e incorpora la historia paralela de tres jóvenes artistas que primero imaginan cómo aprovecharse de la riqueza de Marguerite ("El dinero no tiene ninguna importancia", dice ella. "Lo único que importa es tenerlo") y luego la ayudan a cumplir su sueño de actuar en un escenario con público real. Como muchos de los que la rodean, estos jóvenes sucumben a la ingenua fragilidad de Marguerite.
El cineasta Xavier Giannoli, reputado por su cine "de calidad", dirige con una estética barroca, que traduce la turbulencia afectiva de la protagonista, su perturbación interior, invadida por el
kitsch y la extravagancia. Hay además ciertas ideas confusas -el tema del ojo, la contradictoria conducta de Georges, el dadaísmo-, cuyas pretensiones no llegan a afectar la progresión de la película: este es un viaje a la desgracia, sin remisión ni coartada, una lenta inmersión en la tragedia.
La "historia real" a la que se refieren los títulos iniciales es la de la soprano neoyorquina Florence Foster Jenkins, que cantó en los principales escenarios del mundo en la primera década del siglo XX con una ostensible falta de talento, hasta convertirse en un espectáculo excéntrico al que se asistía solo para ver lo inconcebible. A pesar de todo, la de Florence Foster Jenkins fue una vida triunfal.
Pero hay otra referencia envuelta en Marguerite, más cinéfila y más delicada: su nombre remite a Margaret Dumont, una gran actriz cómica que participó en siete de las cintas de los hermanos Marx, incluyendo las clásicas
Sopa de ganso y
Una noche en la ópera. El líder del grupo, Groucho, dijo alguna vez que Margaret Dumont era "el quinto Marx". Solo que ella no sabía que era cómica: no entendía el humor de los Marx y se consideraba una actriz seria, una gran dama de la pantalla. Ni ella, ni Florence Foster Jenkins, ni Marguerite, nunca estuvieron solas.
Marguerite
Dirección: Xavier Giannoli.
Con: Catherine Frot, André Marcon, Denis Mpunga,
Michel Fau, Sylvain Dieuaide, Christa Théret, Aubert Fenoy.
129 minutos.