¿Es o no La bruja una película de terror? Esta pregunta solo puede ser relevante en cuanto refleja dos ambigüedades: la que siempre tiene la clasificación por géneros y la de la película, que se nutre de diversas vertientes.
El subtítulo es A New England folktale, una palabra que puede ser traducida como "leyenda", pero también como "cuento popular" o "cuento folclórico". Es una advertencia: en un cuento popular no predomina la condición del realismo y es lícita -e incluso inevitable- la incorporación de la fantasía, la creencia, la magia y similares.
El relato se sitúa en las primeras décadas del siglo XVII, en Nueva Inglaterra (el noreste de los Estados Unidos de hoy), en el momento preciso en que el colono William (Ralph Ineson) se enfrenta a un tribunal de su comunidad y es invitado a retirarse de ella. Con su mujer, Katherine (Kate Dickie), y sus cinco hijos, el devoto William parte hacia territorios desconocidos y salvajes. Cuando hallan una llanura, un río y un bosque, deciden asentarse: una cabaña precaria, sin luz, con suelo de tierra y una mesa familiar, un corral de animales domésticos y una granja para sembrar maíz.
La hija mayor, Thomasin (Anya Taylor-Joy), concluye su adolescencia, mientras que Caleb (Harvey Scrimshaw) recién la inicia. Los gemelos Mercy (Ellie Grainger) y Jonas (Lucas Dawson) son niños y solo se dedican a jugar con el macho cabrío Negro Phillip. Completa la familia el bebé Samuel, que es también quien inicia la tragedia, a minutos del comienzo: mientras Thomasin juega con él, el bebé desaparece abruptamente.
Entre estos siete personajes -ojo: el macho cabrío es uno, el bebé no- y en dos espacios -la granja y el bosque umbrío- se desarrolla todo. La tensión en la familia crece y crece. La madre, histérica, culpa a Thomasin por el incidente del bebé. El padre, flagelante y puritano, duda con miedo. Los gemelos cruzan la frontera entre el juego y el pavor.
Es el territorio de lo que Freud llamó lo siniestro: tanto el retorno de lo reprimido como la persistencia de las angustias infantiles ante la soledad, el silencio y la oscuridad.
Estas dos definiciones sirven para ver la película. En la lectura más simbólica, es la historia de una jovencita enfrentada al trauma del desfloramiento. Pero incluso si fuera una autoridad para ver el cine -lo que no es dudoso-, el propio Freud exime a las obras de ficción de la necesidad de la neurosis y, en cambio, no las libera de las angustias púberes. Por eso, en la otra lectura La bruja es un cuento juvenil instalado en las fronteras pavorosas de la infancia, un estado de pesadilla donde los mayores y los niños se descontrolan, mientras las fuerzas irracionales de la naturaleza avanzan en derredor.
El cineasta Robert Eggers parece inclinarse más por esta última, y si mantiene tenazmente su cámara cerca de Thomasin es porque de todas maneras, en cualquiera interpretación, ella es la víctima, la propiciadora y el centro de una película que es inteligente sin que importe si es o no de terror.
The Witch
Dirección: Robert Eggers.
Con: Anya Taylor-Joy, Ralph Ineson, Kate Dickie, Harvey Scrimshaw, Ellie Grainger, Lucas Dawson.
92 minutos.