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Cartas
Miércoles 29 de junio de 2016
Rol de la universidad
Señor Director:
Mi amigo Héctor Hernández, desconociendo la advertencia bíblica acerca de la paja y la viga (Mateo 7:1-15), ha contestado a mi carta del domingo, afirmando que su reclamo se dirige contra el argumento esgrimido por el rector Zolezzi de que el Estado solo debería financiar (o al menos hacerlo preferentemente) a las universidades del CRUCh porque ellas serían de "calidad" y cumplirían un "rol público", el cual estima inconsistente y no suficientemente justificado, desde el momento que existirían algunas corporaciones privadas creadas con posterioridad a 1981 y no pertenecientes al CRUCh, que cumplirían con similar "rol público" y tendrían estándares de calidad comparables. Agrega que, entonces, para distribuir el financiamiento estatal de la educación superior la pertenencia o no al CRUCh no sería un factor relevante, pero sí lo sería esa "calidad" y "rol público", factores de los cuales no duda "que no deban ser mínimos para empezar a conversar".
Sin embargo, es precisamente contra esa pretensión de que toda universidad que cumpla con un rol público y tenga ciertos estándares de calidad deba ser financiada por el Estado que se dirigían mis palabras, pues entiendo que toda universidad que merezca el nombre de tal se reconoce porque es una institución cuya función principal es, en palabras de Millas, "la transmisión y el cultivo del saber superior, es decir, de aquel saber que satisface las máximas exigencias de sistematización, certidumbre y validez que llega a concebir una época". Luego, un mínimo de "calidad" y el cumplimiento de un "rol público" es inescindible de la idea misma de universidad. Pero eso nada dice de su forma de financiamiento, que puede ser completamente privado (como en buena parte de la universidades norteamericanas) o completamente estatal (como en las universidades públicas alemanas).
En consecuencia, del hecho de que una institución sea una universidad no se sigue que deba ser financiada por el Estado.
La discusión abierta que propone Hernández debe partir, entonces, por lo básico: ¿Por qué y para qué el Estado ha de financiar otras universidades diferentes a las propias? Y si lo hace, ¿qué les exigirá, aparte de ser universidades?, ¿mecanismos de ingreso y selección, formas de gobierno universitario, número y clase de carreras y alumnos, etcétera?
Pero para discutir estos asuntos no es necesario desconocer al Poeta, pues sigue siendo cierto aquí -y con mayor razón- aquello de que "el adjetivo, cuando no da vida, mata".
Jean Pierre Matus