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Editorial
Sábado 25 de junio de 2016
Brexit: Se dio el temido escenario
Los líderes de la UE, que se reúnen este miércoles sin la presencia de Cameron, deben mirar con precaución qué medidas tomar para evitar desbordes de euroescepticismo en sus países. El mundo entero está en ascuas ante un acontecimiento que no parecía factible...
No hay ejemplos históricos comparables. Una suerte de pesadilla internacional, de efectos dañinos no acotados y provocados por una mayoría simple y estrecha de votantes que será, probablemente, la primera en arrepentirse cuando advierta que la tormenta autoinfligida llegó a su propia realidad y hogar.
Los partidarios del Brexit, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, creen que el remezón de los mercados que marcó el día después de la votación será algo pasajero e inocuo, porque las bases de la economía británica están sólidas. Nadie puede asegurar que tienen razón; por el contrario, tal como lo advirtió el gobierno británico, la economía probablemente perderá impulso, habrá que tomar medidas de ajuste y subir los impuestos. Gran Bretaña puede entrar en recesión y, en general, ya cunde la incertidumbre que no hace sino acrecentar la desconfianza, mala para las inversiones y el empleo.
El resultado del referéndum -el que tan frívolamente ofreció David Cameron para calmar los ánimos de los conservadores euroescépticos y mantenerse en el cargo- ha dejado al descubierto que ni el Premier ni los partidarios de irse tenían un buen plan para este momento. Formalmente, el próximo Premier debe invocar la cláusula de retiro de la UE, y a partir de ese momento, el proceso puede demorar hasta dos años, en los que Londres y Bruselas (o sea, los otros 27 países) negocian las condiciones de la salida. Es iluso pensar que la UE le dará a Londres todo lo que pida. La mantención de las ventajas comerciales no las obtendrá a cambio de nada, y menos del libre tránsito de personas, que parece ser la verdadera razón del descontento social que llevó al Brexit (junto con un hartazgo de los "técnicos y expertos" de Bruselas).
Con su ineludible renuncia, Cameron abre el paso a un nuevo liderazgo en el Partido Conservador, que debería recaer en uno de los euroescépticos, el que tendrá la responsabilidad de poner en práctica la "voluntad democrática" manifestada en el plebiscito. "Reflexionar y actuar con moderación", pedía una parlamentaria tory pro-Brexit, al tiempo que caían las bolsas y la libra esterlina llegaba a su peor cotización en décadas. El presidente de la Comisión Europea pidió que Londres inicie el proceso de retiro lo antes posible, para disminuir la incertidumbre, y recordó que ya no se pondrán en vigencia los acuerdos negociados para profundizar la integración, proteger el mercado financiero londinense y contener la inmigración. Quien reemplace a Cameron tiene una difícil tarea que seguramente tendrá que refrendar con elecciones anticipadas.
La desenvoltura con la que los británicos dieron la espalda a la UE puede resultar contagiosa. Con la eurozona en crisis, el rechazo popular a la austeridad exigida por Alemania y Bruselas, y la aversión a los ajustes económicos impuestos para sanear la economía, este es un momento ideal para que cundan los populismos o nacionalismos de todos los signos. Marine Le Pen o Beppe Grillo tienen una oportunidad de ganar votos y obtuvieron un precedente que invocar cuando quieran pujar por una salida de Europa.
Los líderes de la UE, que se reúnen este miércoles sin la presencia de Cameron, deben mirar con precaución qué medidas tomar para evitar desbordes de euroescepticismo en sus países. El mundo entero está en ascuas ante un acontecimiento que no parecía factible y que puede traer consecuencias inesperadas en la manera como se relacionaban los componentes del sistema internacional.