Almodóvar + Alice Munro: la inspiración de tres cuentos de la Premio Nobel canadiense ha permitido al cineasta manchego retornar al drama de mujeres, del que se había alejado después de
Volver, y también superar ese bajón que fue
Los amantes pasajeros.
El plano inicial es una tela roja que se mueve levemente al ritmo de una respiración. Es el vestido de Julieta Arcos (Emma Suárez), una profesora que, cerca de la cincuentena, se prepara para iniciar una nueva vida en Portugal con un novio maduro, Lorenzo Gentile (Darío Grandinetti). En adelante, Almodóvar se las arreglará para incluir un toque de rojo en la casi totalidad de sus planos, anticipando que, a pesar de su tono circunspecto y controlado, esta es una historia de pasiones.
Después de un encuentro casual que le da noticias de una hija a la que no ha visto en 30 años, Julieta cancela su proyecto de pareja, se queda en Madrid y regresa al edifico donde aquella hija vivió sus años de adolescencia. Entonces decide recordar lo que ha sido su vida desde aquella noche embrujada -noche de fantasmas, de presagios y de muerte, filmada como si fuera una pesadilla puramente interior, una alteración de las percepciones y la identidad- a bordo de un tren, donde conoce a Xoan Feijóo (Daniel Grao), el pescador con el que se irá a vivir al pueblo de Redes, en Ares, La Coruña.
Allí aparece el personaje más hitchcockiano del relato, la ama de llaves Marian (Rossy de Palma), tenebrosa y dueña de la situación, que determinará casi todo lo que ocurra en el futuro. La joven Julieta (Adriana Ugarte) vive su romance y el nacimiento de su hija Antia hasta un momento en que la desgracia cambia el rumbo de todo, como si la vida pudiese ser algo distinto de lo imaginado en un único y decisivo instante.
Julieta es un melodrama por todo lo ancho, con madres errantes, hijas perdidas, mujeres enfermas, fantasmas que regresan, vidas sustituidas, dolores secretos y un final espléndido, suspendido en el plano preciso.
Pero es, sobre todo, una historia sobre la dificultad de contar historias, sobre la imposibilidad del relato cuando la vida está enredada en el medio, cuando lo indecible se impone a todo lo que, de manera vacilante e incierta, se puede contar. La paradoja es más visible porque, a pesar de que sus personajes hablan tanto como es usual, esta es la película más silenciosa de Almodóvar. El cineasta -ya mayor, seguro, en pleno dominio de sus recursos- ha logrado que, por un raro arte del desequilibrio, los breves momentos de silencio impongan al conjunto su particular densidad.
Julieta no es la cinta más perfecta de una filmografía que cumple 20 largometrajes con frecuentes altibajos. Pero parece anunciar, con su contención y austeridad, el galope de un cineasta en completo control de su madurez.
Almodóvar está de vuelta, aunque nunca se ha ido.
Julieta
Dirección: Pedro Almodóvar.
Con: Emma Suárez, Adriana Ugarte, Daniel Grao,
Darío Grandinetti,
Rossy de Palma, Irma Cuesta, Michelle Jenner, Blanca Parés.
99 minutos.