Esta es una película menor e inusual, porque parece filmada con los escasos elementos que registra la historia: pobreza, silencio y supersticiones. Y siempre concentrada en la atmósfera y en un clima humano plagado de intolerancia e ignorancia.
Es una mezcla de recursos fantásticos con el realismo de la Nueva Inglaterra de 1630, cuando un granjero y padre de familia, William (Ralph Ineson), es expulsado de una villa de colonos ingleses, porque su prédica y creencias religiosas son aún más cerradas y pétreas que las de cualquier otro.
El orgulloso William, su mujer Katherine (Kate Dickie) y cinco hijos, se van con lo poco que tienen. En la pradera ocupan una modesta cabaña, un granero y cultivan una huerta. Se arrodillan, se toman de las manos y rezan, para que nada les falte. En las cercanías hay un pequeño río y al fondo un bosque tupido y oscuro.
No son más que un puñado de personajes y en el frondoso bosque, seguramente, hay otros.
La ambición de "La bruja" es la de convertirse en una película de terror atípica y distinta a las habituales, y por eso el director Robert Eggers fue premiado en el Festival de Cine de Sundance, y el galardón ayudó a la distribución internacional de una historia cuya intención es conectarse a lo lejos con "El laberinto del fauno" (2006) de Guillermo del Toro, antes que con las convenciones del género de terror tradicional.
En esta familia devota, culposa y primitiva, lo que abunda es la sombra de algún pecado que aún no se consuma, pero que existe latente y borroso en todos y cada uno.
En el despertar del deseo sexual de la hija e hijo adolescentes, donde la joven Thomasin (Anya Taylor-Joy) percibe mejor que nadie los peligros que nadie entiende.
Por las mentiras y pequeñas cobardías de William, con su desconfianza por el género humano, pero también por sus debilidades, donde está incluido lo que mantiene bajo sus órdenes y dominio: sus hijos y familia.
Es lo que lentamente inunda a Kate, la madre, donde primero es la desesperación, porque su familia y la cosecha se pudren en la mala tierra; lo segundo es la desesperanza, y finalmente es la pérdida de la fe porque en lo alto y en lo invisible quizás no hay nadie bueno.
Y en el bosque, de nuevo, la sombra de lo que podría ser una casa y nada más que el perfil fugaz de su dueña.
"La bruja", eso sí, no puede zafarse del típico mal de tantas películas de terror que naufragan cuando intentan explicar lo inexplicable y así es como pierden bruma, ambigüedad, implícitos y sugerencias, mientras se hacen burdas, absurdas y descabelladas.
Hay una prueba de fuego: escuchar la voz en off del Negro Phillip, un vigoroso macho cabrío.
Es por esto que la película se escora, se hace difícil de tragar y claro que le entra agua, pero resiste y no se hunde.
El consejo final es antiguo y clásico: a "La bruja" hay que tenerle paciencia.
"The witch. A New England folktale". EE.UU.-Canadá, 2015. Director: Robert Eggers. Con: Anya Taylor-Joy, Ralph Ineson, Kate Dickie. 92 minutos. Mayores de 18 años.