Esta película arranca de una curiosidad ilustrada con antiguas imágenes documentales. En 1905, un fragmento de la montaña Ramnefjell se desplomó sobre el lago Loenvatnet y generó una ola de 40 metros que arrasó los pueblos ribereños y mató a 62 personas. (El mismo monte sufrió otro desprendimiento en 1936, provocó una ola de 70 metros y dejó 74 muertos). Según informa el filme, hay unas trescientas montañas inestables en los fiordos noruegos, que están entre los parajes más bellos del mundo.
Este es el punto de partida. El relato se concentra en otra montaña, la de Åkneset, sobre el enorme fiordo de Geiranger. El geólogo Kristian Elkjord (Kristoffer Joner), de 40 años, pasa sus últimas horas de trabajo en el Centro de Detección y Aviso de Desprendimiento de Montaña. Su mujer, Idun (Ane Dahl Torp), también concluye sus funciones como recepcionista en el Hotel Geiranger. Y junto a los hijos, el adolescente Sondre (Jonas Hoff Oftebro) y la niña Julia (Edith Haagenrud-Sande), desmantelan la casa junto al lago.
Por supuesto, en ese preciso momento la montaña comienza a producir señales inquietantes. Los sensores ubicados en una extensa grieta indican que las capas freáticas que sostienen la cumbre se están desplazando. El problema de la detección es crítico: si los siete millones de metros cúbicos de roca caen sobre el lago, producirán una ola de unos 70 metros y solo habrá 10 minutos para que las poblaciones de Geiranger sean alertadas y puedan huir hacia las zonas altas.
Esta es una película de desastres clásica, de esas que proliferaron en los años 70. Como aquellas, se mueve entre espacios alternados -cuatro en el comienzo: el centro, la grieta, la casa y el hotel; tres durante el clímax, dos hacia el final- cuyos ocupantes tienen diferentes grados de conocimiento, una manera archirrecurrida de conseguir que la tensión resulte incremental.
Con toda su fidelidad operativa y experiencial al subgénero catastrófico, La última ola tiene, sin embargo, un toque idiosincrático, un algo que quizá se podría llamar nórdico: los minutos que siguen a la catástrofe están filmados como un recorrido por el infierno, con Kristian atravesando las ruinas ardientes como un Caronte que avanza por la Estigia rodeado por el miedo y la muerte. Esas inspiradas imágenes tienen más fuerza que toda la especulación sobre la inminencia del desastre y la estirada dialéctica del largo segmento final, y sugieren que en algún punto, en algún rincón confuso, esta historia quiso ser otra cosa.
La última ola tiene una eficiencia familiar y a la vez extraña. Como todas las cintas de su tipo, descuida a los personajes y repite la dinámica del relato. Pero, por otro lado, consigue ciertos momentos visualmente cautivantes, lo que al final del día es el material del cine.
Bølgen.
Dirección: Roar Uthaug.
Con: Kristoffer Joner, Ane Dahl Torp, Jonas Hoff Oftebro, Edith Haagenrud-Sande, Herman Bernhoft, Arvid Øbrevø.
105 minutos.