Secuelas, gran tema. Esta en particular es la demostración de lo complejo que es superar las primeras partes. Pero Pixar lo intenta. "Buscando a Nemo", estrenada en 2003, era perfectamente épica porque su escenario era el océano sin límites. Y cualquier cosa podía pasar: tiburones "vegetarianos", tortugas hippies lisérgicas. Cualquier cosa. Ahora, a la olvidadiza pez Dory -trate de ver la versión subtitulada con la voz de Ellen DeGeneres- la mueve un fugaz y sorpresivo recuerdo: quiénes son sus padres y dónde podrían estar. Con un repertorio de buenos chistes y gags, esta secuela escala casi a la misma altura de la original en un aleteo creativo que solo ve mermada su posibilidad de grandeza por una cuestión de espacio. Si antes era el mar la última frontera, ahora lo es un acuario, destino de Dory, Marlin y Nemo, y sus consecuentes limitantes de espacio -ductos, piscinas- parecen aprisionar las bromas y desarrollo de la historia. Es una buena secuela, pero Pixar lo ha hecho mejor antes con las segundas partes. Si no me cree, vea "Toy Story 2".
"Finding Dory". Animación. 2016. 97 min. T.E.