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Editorial
Martes 14 de junio de 2016
La mirada del ministro Fernández
El ministro Fernández enfrenta la nueva etapa de gobierno que ahora comienza "muy esperanzado", como lo manifestó en entrevista con "El Mercurio". Asimismo, explicita su coincidencia "de punta a punta" con el programa planteado por la coalición oficialista...
La instalación del tercer ministro del Interior del segundo gobierno de Michelle Bachelet ocurre en un ambiente de baja aprobación a la acción del Ejecutivo, de dificultades al interior de la coalición que lo apoya y de bajas expectativas económicas, cuyas cifras tanto las ratifican como son retroalimentadas por ellas.
El ministro Fernández enfrenta la nueva etapa de gobierno que ahora comienza "muy esperanzado", como lo manifestó en entrevista con "El Mercurio". Asimismo, explicita su coincidencia "de punta a punta" con el programa planteado por la coalición oficialista. Confía en que las medidas reactivadoras del ministro Valdés generarán los recursos que requiere "su ambicioso programa". Cree que el clima de desconfianza que se ha producido, y en particular la incertidumbre a la que se hace referencia, "es un estado de ánimo más para psicólogos que para economistas". A pesar de que reconoce que las reformas introducidas no cuentan con el apoyo popular, lo atribuye a divergencias con el contenido específico de algunas, por la velocidad con que se las ha impulsado o por los efectos puntuales que ellas han generado, pero expresa su convicción de que cuando el proceso concluya, y haya una mirada de conjunto, la ciudadanía tendrá un juicio distinto. Piensa que "la Presidenta Bachelet va a terminar con una buena aprobación de su gestión", lo que comenzará a apreciarse "con el veredicto electoral de octubre", refiriéndose a las elecciones municipales de este año. La mirada que trasuntan sus declaraciones está resumida en su frase "soy partidario de que el Gobierno cumpla su programa, porque el pueblo lo eligió para eso", y "la meta de reducir la desigualdad" tiene "a las reformas como medio para conseguirlo". Concluye que el estilo con que asumirá el Ministerio del Interior es subordinándose a las directrices de la Presidenta de la República.
Sin perjuicio de que en un sistema presidencial los ministros son ejecutores de las instrucciones de quien ejerce la Presidencia de la República, y, en ese sentido, la subordinación a la que se refiere Fernández es la doctrina correcta, las dificultades que el Gobierno está enfrentando en los más diversos frentes inducen a esperar del titular de Interior, en su calidad de jefe de gabinete, el aporte de nuevas miradas, estilos y modos de lo que la sola "subordinación" sugiere. El diagnóstico de la situación que el ministro Fernández hace y el optimismo que trasuntan sus opiniones al llegar al Gobierno parecieran no estar completamente conectados con la cruda realidad del día a día, que se manifiesta en el clima de permisividad frente al desorden público en diversos frentes, los crecientes fracasos que el Gobierno ha exhibido en su lucha contra la delincuencia, y las dificultades que enfrenta para lograr establecer una agenda creíble que retome el crecimiento económico.
Rápidamente, el ministro tendrá que hacerse cargo de esa realidad. Deberá escoger entre continuar con el "ambicioso programa de reformas" para "reducir la desigualdad" por el que "el pueblo eligió al Gobierno", como la meta que traerá el bienestar a la población, popularidad a la Presidenta y éxito a su gestión, o enfrentar los enormes problemas de orden público que las tomas y marchas estudiantiles están provocando, que requerirán medidas que se aparten de esas metas, además de aquellas manifestaciones que los grupos sindicales organicen, dadas las indefiniciones en que el Gobierno mantiene la reforma laboral, o las que la ciudadanía impulse si los crecientes síntomas de desocupación continúan expresándose, a medida que avanza el invierno. En otras palabras, deberá hacerse cargo del hecho de que las sociedades deben entenderse de manera sistémica, y que no es posible aislar las buenas intenciones detrás de un grupo de medidas, o de los efectos que ellas producen en otros ámbitos de su funcionamiento.