Lucía (Javiera Díaz de Valdés) llega a Valparaíso buscando a una mujer, Laura, de la que no sabe nada, excepto que es su madre. Lo que la mueve es una carta recibida con rezago, que le fue enviada desde el puerto unos meses atrás. Lucía ha estado viviendo en Buenos Aires y a su regreso a Santiago se ha encontrado con esta carta que planta un desafío no solo a su curiosidad, sino a su propia identidad.
La investigación de Lucía es más que dificultosa, porque no hay rastros de Laura. Ni los vecinos, ni los comerciantes, ni la policía, y ni siquiera el veterano Emilio (Alejandro Sieveking), que parece ser su abuelo -el padre de su madre- saben nada sobre el paradero de Laura. Ella ha desaparecido sin dejar rastro: podría haber muerto, podría haberse ido a otro destino, incluso podría no existir.
La película presenta a Laura como una aparecida, una mujer caída de la nada, que no conoce su origen y recuerda mal su pasado, que circula sin dinero y sin equipaje, carente de recursos y sin amigos en Valparaíso. Solo por casualidad -pero la casualidad parece ser una constante en la vida de Lucía- conoce a un grupo de jóvenes que la acoge en su casa y le ofrece ayuda para mantenerse en el puerto. Dos de ellas, Ose (Clara Otárola) y Deka (Isidora Robeson) la acompañan en la búsqueda de pistas sobre Laura.
La búsqueda de Lucía estructura el relato, pero el centro no está en sus escasos hallazgos, sino en el colapso progresivo de su identidad, la creciente extrañeza ante el mundo que la va invadiendo y desestructurando.
El cineasta Jorge Yacomán filma con largos planos secuencia, unidades que se van acumulando, pero también interactuando hacia atrás y hacia adelante, como si fuesen corrigiendo y contrastando la historia. Por ejemplo: cuatro de las secuencias transcurren en baños estrechos, pero todas podrían ser variantes de una misma situación. Esa dinámica se reproduce en muchos otros momentos, acentuando el sentimiento de extrañeza y extravío. Igual función cumple la atención particular de la película hacia los ruidos que provienen de fuera del campo visual, como un mundo paralelo que comenta lo que le está ocurriendo a la protagonista.
Fragmentos de Lucía sigue esa tendencia al intimismo que ha dominado al cine chileno reciente, que muestra más preocupación por la identidad que por el estado de la sociedad. Pero también se insinúa como una variante de esa tendencia, que intenta abrirla hacia el choque con el mundo, o a la forma en que ese mundo que es Chile impacta en la conciencia de sus sujetos.
En varios sentidos es también una cinta fallida, que duda demasiado y no consigue definir con profundidad el proceso de su protagonista. Pero, con sus defectos y aciertos, es una de las propuestas más interesantes en el cine chileno de estos últimos tiempos.
Fragmentos de Lucía
Dirección: Jorge Yacomán.
Con: Javiera Díaz de Valdés, Clara Otárola, Isidora Robeson,
Alejandro Sieveking, Astrid Quintana, Pablo Schwarz.
89 minutos.