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Editorial
Martes 31 de mayo de 2016
Tensiones en la izquierda mundial
La decisión del partido Revolución Democrática (RD) de distanciarse del Gobierno, y la escisión de la Izquierda Autónoma (IA), e incluso las recientes fricciones dentro del Partido por la Democracia (PPD), siendo fenómenos locales, se enmarcan en una tensión que atraviesa a los proyectos de la izquierda a nivel mundial...
La decisión del partido Revolución Democrática (RD) de distanciarse del Gobierno, y la escisión de la Izquierda Autónoma (IA), e incluso las recientes fricciones dentro del Partido por la Democracia (PPD), siendo fenómenos locales, se enmarcan en una tensión que atraviesa a los proyectos de la izquierda a nivel mundial. Muestra de ese enfrentamiento -entre los proyectos socialdemócratas y los planteamientos más radicalizados- son los agudos conflictos que tiene el gobierno socialista francés con los sindicatos, y la lucha que sostiene el partido socialista español con Podemos.
A fines del siglo pasado, la caída de los socialismos reales pareció instalar como forma definitiva de organización política y económica a la democracia capitalista, sin perjuicio de las diversas modalidades de aplicación en cada sociedad. Las socialdemocracias europeas ya habían abandonado hacía varias décadas los ideales socialistas más "puros" y habían buscado acomodarse a la realidad política y económica que vivían sus países.
Sin embargo, la crisis económica de 2008 permitió a los críticos de ese estado de cosas denunciar los supuestos defectos intrínsecos de la democracia capitalista y abogar por una nueva oportunidad para los movimientos de izquierda anticapitalistas. Curiosamente, los resultados electorales en Europa y otras latitudes después de esa crisis no han sido los esperados por la izquierda. Por ejemplo, las elecciones del Parlamento Europeo después de la crisis favorecieron más bien a la derecha. En varios países se repitió el fenómeno. Y ahí donde triunfó la izquierda, el electorado no apoyó cambios muy drásticos. Quizás el ejemplo emblemático en este aspecto es Francia, donde el gobierno del Presidente Hollande tuvo que revertir su política económica y social inicial hacia posiciones más centristas.
Un caso distinto es el de España. Ahí la izquierda no socialdemócrata ha logrado de la mano de Podemos y otras agrupaciones de esa tendencia una proporción relevante del voto, aunque en gran medida como resultado del debilitamiento del PSOE. Así, la izquierda como un todo no parece haber aumentado su caudal electoral.
Por otra parte, no se puede desconocer que las experiencias recientes de la izquierda en nuestro continente han sido más bien fracasos, y que en el mundo los resultados electorales han sido mezquinos con posturas más radicales.
Es difícil proyectar los efectos de esas tensiones en el mundo político de la izquierda en Chile. La circunstancia de que el actual gobierno sea el más impopular desde el regreso a la democracia tampoco clarifica las cosas, ya que sus críticos dentro de la alianza gobiernista lo atribuyen a su espíritu refundacional, y los sectores más radicales lo atribuyen a la falta de convicción para impulsar los cambios. Con todo, algunos prevén un futuro escenario electoral a cuatro bandas, al estilo de España en las últimas elecciones. Pero ese cuadro -que no aportó estabilidad política en la Península- podría ser eminentemente transitorio. La alianza de Izquierda Unida y Podemos puede anticipar un escenario de reagrupamiento de los sectores que surgieron a partir de la crisis internacional de 2008 y que se consolidaron electoralmente en su reciente elección.
En nuestro país, pese a la novedad e interés mediático que suscitan agrupaciones como Revolución Democrática y ambas fracciones de Izquierda Autónoma, sería difícil precisar cuál es el contenido de sus propuestas específicas. Su identidad parece muy marcada por la definición negativa y el rechazo a la "lógica del mercado", "la mercantilización de la educación", "el duopolio político" y, en fin, otro conjunto de atractivos eslóganes comunicacionales. La decisión de RD de participar en la próxima elección municipal a nivel de concejales puede ser una buena oportunidad para identificar la fisonomía de su propuesta política más concreta y alimentar un debate político con más contenido.