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Editorial
Viernes 20 de mayo de 2016
El valor de argumentar
La investigación, sin embargo, mostró un aspecto positivo en la formación universitaria, ya que en la medida que los estudiantes avanzaban en sus carreras, esa disposición a la argumentación —tal como debiera ser esperable— se iba fortaleciendo...
Es inquietante para la convivencia social y política del país la pérdida de valor de la argumentación que se percibiría entre los jóvenes universitarios chilenos.
Así lo registra un reciente informe del Centro de Estudios de la Argumentación de la Universidad Diego Portales.
El propósito del estudio —que contempló 600 alumnos, 80 entrevistas y 12 grupos de discusión en 12 universidades a lo largo de tres años— fue saber qué opinión tiene la actual generación de universitarios sobre la actividad social de argumentar, debatir y tener controversias. La conclusión fue bastante taxativa: existe una evidente pérdida de valoración de la argumentación como forma de resolver una controversia.
Muchas veces los jóvenes tienen la idea de que argumentar significa terminar en disputas. Por otra parte, existe, en general, una baja capacidad de escuchar al otro, de llegar a acuerdos y de resolver problemas.
Hay expertos que dan cuenta de que la escasa lectura de los jóvenes y la influencia de las redes sociales podrían estar acrecentando el fenómeno. Al mismo tiempo, el descrédito de la política —otrora fuente de la práctica argumentativa— es otra responsable de esta tendencia.
La investigación, sin embargo, mostró un aspecto positivo en la formación universitaria, ya que en la medida que los estudiantes avanzaban en sus carreras, esa disposición a la argumentación —tal como debiera ser esperable— se iba fortaleciendo.
Lo anterior está en línea con lo planteado por el ex rector de Harvard Derek Bok, quien hace algunos años describió el tránsito que debieran tener los estudiantes universitarios a lo largo de su educación. Según el ex rector, los estudiantes debieran llegar en su última etapa de formación (que él llama “confusión inteligente”) a un estadio en el cual tengan conciencia de que incluso las conclusiones mejor razonadas son consideradas como provisorias, expuestas a ser modificadas o desechadas si se enfrentan a argumentos contrarios más poderosos que los propios. Y es aquí donde el valor de la argumentación es clave.
Por otra parte, la apertura a la argumentación fortalece una disposición democrática para deliberar de manera razonable. Por esta razón, el valor es tan grande que no solo un saber cualquiera será considerado cierto si es que está correctamente argumentado, sino que para participar de manera plena de la vida democrática y, además, para fortalecer la democracia en sí misma, se requiere de ciudadanos que puedan combinar adecuadamente la argumentación y el pensamiento crítico.