Ya se sabe: la de Álex de la Iglesia es una estética del exceso. Las limitaciones que esto puede entrañar son continuamente desafiadas con más exceso, y muy a menudo con referencias mordientes a la realidad política y social. Una película de De la Iglesia es siempre un amasijo de visiones afiebradas, ideas descabelladas y conductas delirantes que traducen de una manera barroca tanto el estado social como una cierta idea mayor acerca de la condición humana.
Como las anteriores
Balada triste de trompeta y
Las brujas de Zurragamurdi, Mi gran noche no para. Casi podría decirse que es una película sobre la velocidad, o sobre la forma en que la velocidad exprime y saca a flote lo peor de unos sujetos que quizá parecerían normales bajo otras condiciones.
Los planos iniciales parten atropelladamente, en un estudio de televisión donde se prepara el show de Año Nuevo del 2016, con el ensayo de la canción
Distance with your lies. Los personajes se acumulan uno tras otro: el codicioso productor Benítez (Santiago Segura), el extra llamado a última hora (Pepón Nieto), los conductores que se odian (Hugo Silva y Carolina Bang), el representante argentino que protege a su estrella (Tomás Pozzi), la estrella desatada al estilo Ricky Martin (Mario Casas) y un repertorio de variados conspiradores.
Pero el centro indiscutido es Alphonso (Raphael), un cantante legendario, tiránico, egótico y desalmado, y solo un ojo lúcido y distorsionado como el de De la Iglesia podría vislumbrar que Raphael sería la figura precisa para encarnar todo ese lado siniestro del ídolo popular. La canción
Mi gran noche fue precisamente uno de los hits de Raphael en 1967, cuando grabó su versión, más lúdica y hedonista, de un éxito previo de Adamo.
Mientras se desarrolla el ensayo del show, los 500 empleados de la productora Mediacross rodean el estudio con una huelga que se hace cada vez más violenta. El cerco sobre la fiesta agudiza su aspecto de Noche de Walpurgis, de ceremonial endemoniado al cabo del cual nada será igual.
El desorden es solo aparente. De la Iglesia filma con precisión y desplaza su cámara como si no tuviera limitaciones físicas. El resto lo hace un montaje exacto, afilado, virtuoso, que descompone el espacio para rearmarlo una y otra vez, y que reúne y separa a los 17 personajes principales -un verdadero tumulto, un desafío narrativo- para desmenuzar sus manías y obsesiones.
Mi gran noche es un ejercicio fílmico atrevido, exagerado, estridente e hilarante, que de paso confirma que, aunque tenga una legión de imitadores, el cine de Álex de la Iglesia es único, original, irrepetible.
Mi Gran Noche
Dirección: Álex de la Iglesia.
Con: Raphael, Mario Casas, Santiago Segura,
Carlos Areces, Terele Pavez, Tomás Pozzi, Enrique Villén, Carolina Bang.
100 minutos.