Álex de la Iglesia tiene eso que se ve poco y que en su caso parece natural y espontáneo, porque el director filma con una energía, desplante y talento que explotan sobre la pantalla.
Lo hace sin dificultad ni tropiezos y es capaz de contar una historia que parte rabiosa y trepidante, sigue del mismo modo y así es como termina. Sin pausas, descansos ni respiros y con más de una docena de personajes dispuestos a la astracanada, el disparate y el crimen.
De la Iglesia realiza un cine que funciona por acumulación y con temperatura siempre en ascenso, y por eso se sube, desborda y rebasa.
Todo sirve para enlazar y atrapar a la vieja España, pero a una clásica, por la picaresca y tontería, y porque se mantiene vulgar, tramposa, bruta y libertina. También viva y trepidante. En "El día de la bestia" (1995), "La comunidad" (2000) o "Las brujas de Zugarramurdi" (2013), es decir, ante el final del siglo XX, por un tesoro entre vecinos o bien por una ciudad vasca y embrujada, respectivamente.
Ahora, en "Mi gran noche", el país se hunde por la crisis, la cesantía y el descalabro político y económico, pero a la televisión no le importa en absoluto, porque su propósito es filmar el gran programa con el que se despide el año.
Es el show de Nochevieja, un espacio tradicional con grandes artistas por el escenario y por las mesas cotillón, risas y ánimo. Se graba antes de la fecha señalada y, en los alrededores, estallan las protestas y el mundo se viene abajo, pero en el estudio se vive de fantasía, mentira y farándula.
Son dos los cantantes.
Adanne (Mario Casas) es joven, va en ascenso, vale su peso en oro y su mano derecha es Perotti (Tomás Pozzi), un representante argentino que debe recuperar lo que le han hurtado a su representado: un frasquito con semen. De ahí puede salir un hijo, una querella futura y a lo mejor le sacan lo que le sobra: dinero y más dinero.
Y Alphonse, el artista viejo de las mil batallas, que está interpretado por Raphael y el cantante, con un coraje excepcional, restriega su propio mito, juega con verdades que son mentiras y su relación con Yuri (Carlos Areces), que es su brazo derecho y también izquierdo, es sencillamente delirante.
Entre el público está José (Pepón Nieto), abandonado por todos, menos por su madre que es tan leal a la religión como a la tele. Está Paloma (Blanca Suárez), dicen que acarrea mala suerte, ella lo niega, pero está llena de cicatrices. Hay un muerto al que hay que reemplazar y revolotea un político corrupto. Óscar (Jaime Ordóñez) admira a Alphonse como si la vida se le fuera en ello, canta y las letras se las conoce de memoria. Hay un par de fanáticas descaradas. También un viejo tramposo que nació como extra sin frase. Una directora de TV y su asistente se aman entre los cables.
La película es un torbellino y de pronto se desborda, desordena y es caótica, pero no importa. Algunos gritan, otros se ríen y la mayoría canta en karaoke.
Alex de la Iglesia, como siempre, filma el simulacro del fin del mundo.
España, 2015. Director: Álex de la Iglesia. Con: Raphael, Mario Casas, Pepón Nieto. 100 minutos. Mayores de 14.