Jorge Leiva dirigió en el 2007, en conjunto con Pachi Bustos, uno de los mejores documentales sobre la música popular chilena, Ángeles negros, una compleja indagación que cruza la relevancia musical casi secreta de un grupo nacido en provincias con la trayectoria autodestructiva que siguió después de su enorme éxito. La singular agudeza de Ángeles negros consiste en deslizar las historias y motivaciones personales de los artistas sin dejar de lado la eminencia de la música.
Ocho años más tarde, Leiva regresa con otra leyenda de la música popular chilena: Quilapayún, el conjunto que puso ritmo y sonido al espíritu revolucionario de los años 60 y 70. Quilapayún, que en mapudungún significa "tres barbas", fue creado en 1964 por los hermanos Julio y Eduardo Carrasco y el músico Julio Numhauser, y se expandió con más intérpretes en la segunda mitad de esa década.
Más tarde, Víctor Jara asumió la dirección artística del grupo y contribuyó a darle la identidad musical y política que tendría en el futuro, marcada también por la adhesión de sus integrantes al Partido Comunista. La grabación de la Cantata de Santa María de Iquique y el himno de la Unidad Popular en las elecciones de 1970 terminaron de configurar su protagonismo como el sonido oficial de la izquierda militante.
El golpe de Estado de 1973 sorprendió a Quilapayún en una gira que contemplaba, cuatro días después del bombardeo a La Moneda, una presentación en el teatro Olympia de París. En adelante, Quilapayún sería la música del exilio, con sus músicos acogidos en la ciudad de Colombes, dirigida por un alcalde comunista. Pero en ese mismo proceso los músicos percibieron el fracaso de los "socialismos reales" en Europa del Este y fueron abandonando su adhesión al PC, al tiempo que se fascinaban con el radicalismo artístico del pintor Roberto Matta.
"Aunque el mundo cambió", dice la película, "para ellos la revolución no ha terminado". Esa vocación se mantiene a pesar de que, al finalizar el exilio, algunos de sus miembros no toleran el nuevo Chile y deciden quedarse en Francia.
En varios alardes de virtuosismo en el montaje, Leiva reúne imágenes de una misma canción interpretada con 30 años de diferencia: en esos momentos se hace visible la vitalidad de una vocación sostenida más allá de las circunstancias políticas, incluso en el más político de los grupos musicales que haya tenido Chile. Es el cine, actuando con su capacidad chamánica de anular el tiempo.
Quilapayún, más allá de la canción no es exactamente un homenaje, aunque puede parecerlo. Es, de nuevo, una investigación en las razones por las cuales una forma artística desborda y supera a sus propios protagonistas, cuyas vidas quedan casi trágicamente condicionadas por ella.
Quilapayún, más allá de la canción
Dirección: Jorge Leiva.
Con: Eduardo Carrasco, Rubén Escudero, Guillermo García, Carlos Quezada, Ismael Oddó, Ricardo Venegas, Hugo Lagos. 73 minutos.