Esta película arranca con lentitud y dificultad, quizás porque el protagonista, Joaquín (Leonardo Sbaraglia), vive en un caserón repleto de libros y equipos técnicos -computadores, micrófonos, cámaras- y se desplaza con esfuerzo, sudor y dificultad.
Es un hombre solitario, paralítico y algo peor: un hombre triste y sin esperanza sobre su silla de ruedas, porque en el pasado y en un accidente perdió a su familia.
Y su única compañía es Casimiro, un perro que es casi como su dueño: un animal viejo, desgastado y sin fuerzas.
"Al final del túnel" va a introducir muy de a poco a los nuevos personajes y cuando el grupo está sobre el escenario -en ese momento- la película alcanza su triunfo y su mejor esplendor: el suspenso ha sido gradual y milimétrico, y el guion se construye con giros inesperados y tretas de última hora que encajan y engranan.
La relojería de "Al final del túnel" avanza de menos a más y el asunto, finalmente, es que Joaquín ya no estará solo en su sótano, en su casa y en el mundo.
Las primeras en golpear y en aparecer son Berta (Clara Lago), una bailarina, y su hija de seis años, que buscan arrendar una habitación. La niñita no es muda, pero no dice palabra. La madre, en cambio, habla de sobra y sobre todo se mueve, gira, baila.
Los segundos personajes, al comienzo, no se ven y solo se escuchan, porque están detrás de una pared en la casa del lado y luego reptan por un túnel bajo el piso.
Joaquín, desde su sótano y por medio de pequeñas escuchas y cámaras, los filma y graba, los espía y rápidamente descubre que cavan un túnel y planean robar un banco. Lo otro viene a continuación: son peligrosos y de temer.
El líder es Galereto (Pablo Echarri), pero también están el Gitano, el Zurdo, Schwarzenegger, una mujer que no da ni pide tregua, y hay más.
Hay otros grupos que son peores: la mafia de Rosario, por ejemplo, o un comisario viejo y corrupto, Guttman (Federico Luppi), que les indica lo que necesitan saber para evitar las alarmas del banco, invadir el depósito y robar las cajas de seguridad.
La película presenta a los miembros de la pequeña orquesta, son buenos intérpretes y la partitura es de sorpresa, angustia y suspenso.
Galereto afirma que el golpe, porque es de los grandes, será el último que dará en su vida criminal. En eso tiene razón.
Berta, la bailarina, descubre que cometió varios errores y al menos uno de ellos lo puede borrar del mapa. Es cosa de decisión y no tanto de puntería.
Joaquín, el paralítico y dueño de casa, durante un tiempo pensó que su vida carecía de norte y sentido.
Después del título y del túnel, todo tendrá sentido: las galletas envenenadas para Casimiro, el reloj perdido del Zurdo, un escondite en Lomas de Zamora, el silencio de la niña, la desconfianza del Gitano y también las certezas del viejo Guttman, que aún cree que se salió con la suya.
Argentina- España, 2016. Director: Rodrigo Grande. Con: Leonardo Sbaraglia, Pablo Echarri, Clara Lago. 120 minutos. Mayores de 14.