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Editorial
Martes 03 de mayo de 2016
El modelo de farmacia popular
La creación de la primera farmacia popular -como se ha dado en llamar a las farmacias de gestión municipal- ha servido para poner sobre la mesa de la discusión pública el mercado de los medicamentos, con sus múltiples imperfecciones, sus prácticas de incentivos poco transparentes y sus precios aparentemente injustificados...
La creación de la primera farmacia popular -como se ha dado en llamar a las farmacias de gestión municipal- ha servido para poner sobre la mesa de la discusión pública el mercado de los medicamentos, con sus múltiples imperfecciones, sus prácticas de incentivos poco transparentes y sus precios aparentemente injustificados. Pero acerca de sus resultados, no parece prudente emitir juicios con solo un par de meses de funcionamiento. Hubo quienes sostuvieron que se trataba de una solución genial que permitiría a los habitantes de las comunas más pobres acceder a los remedios a precios mucho más bajos que en el comercio establecido. Según se dijo en los primeros días de funcionamiento de esas entidades, los precios se reducirían a la tercera parte de lo que cobraban las farmacias comerciales. Pero el alcalde de Las Condes ha sacado cuentas diferentes y ha hecho ver que los fármacos que ahí se venden son los más caros de Chile si los costos se contabilizan ordenadamente.
Para el público no es fácil sacar conclusiones. Es muy posible que a los vecinos de determinada comuna les resulte más barato, aunque más incómodo, comprar sus medicamentos en farmacias populares. No queda igualmente claro que a la municipalidad le convenga inmiscuirse en esa clase de negocios, pues deberá destinar espacios físicos y personal a tramitar las peticiones de sus vecinos, además de los sistemas de control necesarios en cualquier actividad. Una vez que se incluyan estos gastos entre los costos de mantener una farmacia popular es posible que el entusiasmo de los alcaldes decline. Por cierto, en un año electoral nadie hará mayor cuestión de los reales costos de estos medicamentos. Por el contrario, ya han surgido iniciativas de crear "supermercados populares" a cargo de la municipalidad, los que probablemente funcionarán este año en más de una localidad, pero no es tan claro que sea un sistema sustentable que pueda durar algo más que el próximo ciclo electoral.
En materia de medicamentos estamos ante un mercado con serias fallas. La más llamativa es la de las patentes, una falla del mercado expresamente buscada por la autoridad como incentivo a la investigación científica. Para promover la búsqueda de nuevos remedios, los gobiernos conceden patentes de exclusividad, es decir, un monopolio autorizado, al laboratorio que descubra una nueva sustancia de valor terapéutico. Enseguida, una vez que la patente vence, existe la posibilidad de crear nombres de fantasía para cada remedio y patentarlos para continuar con su venta, ahora en competencia con otros remedios similares, pero que se distinguen por sus nombres. Por supuesto pueden fabricarse y venderse a precio mucho más barato con sus nombres científicos, no patentables, pero resulta un negocio menos atractivo para el fabricante, aunque podría tener un gran potencial con el público si este estuviera bien informado.
En Chile, la Central Nacional de Abastecimiento, Cenabast, compra fármacos para el sistema de salud, y al comprarlos en grandes cantidades, sin sus envases ni otros componentes, los obtiene mucho más baratos. Aunque en la historia del Cenabast hay numerosos episodios de irregularidades y pérdidas del material adquirido, en el último tiempo se había logrado mejorar mucho su funcionamiento, lo que ha hecho posible llegar a adquisiciones a precios muy convenientes. Pero las farmacias comunales podrían malograr los progresos alcanzados, puesto que significan una duplicidad respecto de las farmacias de los consultorios comunales, que ya recibían medicamentos a bajo precio para sus beneficiarios. La deuda de Cenabast va en aumento y aunque no les vende a los municipios que mantengan deudas con ella, la aparición de estas nuevas farmacias multiplicará sus costos.
La venta de remedios podría mejorarse mucho si se adoptaran en Chile las medidas que existen en la mayoría de los países desarrollados, esto es, autorizar la venta de aquellos que no requieren de receta médica en los supermercados. La mayor competencia favorece el funcionamiento de los mercados y si en Chile los parlamentarios se han opuesto a esta medida, nadie piensa que ha sido por cuidar la salud de los chilenos, sino por mantener buenas relaciones con las farmacias.