El puente Cau Cau debe ser declarado monumento nacional. No hay que demolerlo, como lo propone el MOP. Es un testimonio de la incompetencia del Estado para diseñar y fiscalizar obras públicas. Demolerlo costará millones de dólares y se perderá la memoria histórica. En cambio, si se pide al Consejo de Monumentos Nacionales que lo incorpore al Patrimonio Histórico, lo protegeremos del olvido y de la destrucción. ¿Quién se acuerda del derrumbe del puente de Loncomilla? Se derrumbó y punto. Se removieron hasta las vigas que sobrevivieron al colapso.
Cuando se inclinó la Torre de Pisa también se discutió demolerla. Preservarla fue una buena idea: es una de las mayores atracciones turísticas del mundo. Cientos de miles de turistas viajan a la Plaza del Duomo anualmente. Algo parecido está ocurriendo en Valdivia. Visitar el puente es un recorrido obligado. Buses y lanchas ofrecen ese paseo a turistas y curiosos. En el futuro podría ser una atracción internacional.
Dicen que la visita a los erectos tableros basculares disminuye la indignación de los contribuyentes por las decenas de millones de dólares que se han dilapidado. Con esos dineros se podría haber financiado el presupuesto de Valdivia de varios años y muchas obras indispensables de esa provincia.
Tenemos la ventaja civilizada de vivir en un estado de derecho: la Contraloría y los Tribunales de justicia deben determinar los responsables del fracaso. Por ahora no podríamos poner sus nombres en la placa conmemorativa. Habrá que esperar el cierre de los sumarios y que las sentencias queden a firme. Probablemente nuestros nietos sabrán el desenlace.
En la Rusia comunista se procedía con mayor rapidez para sancionar a los ingenieros de los puentes fallidos: fueron habitualmente fusilados. Putin es más ecuánime. En estos días amenazó encarcelar a ingenieros espaciales a cargo de lanzamientos de cohetes frustrados. En la Corea comunista, por la misma razón, los pasan por la armas, aun siendo parientes del líder supremo.
“La obra gruesa ya está lista; ahora tenemos que afinar las terminaciones”, dijo la Presidenta hace unas pocas semanas. Olvidó que cuando la obra gruesa es defectuosa, el resultado final es desastroso. Así piensan los ingenieros del Ministerio de Obras Públicas que aconsejan la demolición del puente. Lo mismo sostiene una parte significativa de la ciudadanía respecto de las reformas tributaria, laboral y educacional. Las que tampoco conforman al presidente comunista, Tellier: “hay que agregarle algunos ladrillos” dijo. Seguramente para hacerlas aún peores.