Para opinar de "Happy End" se debe tomar nota de dos puntos no bien destacados. Primero, que esta no es en rigor una obra de Brecht como se ha repetido. Es un texto de su estrecha colaboradora, la talentosa Elisabeth Hauptmann, que lo escribió en 1929 adaptando libremente una pieza de G. B. Shaw, "Major Barbara". Brecht solo aportó la letra de las canciones con su ácida crítica social, musicalizadas por Kurt Weill al año siguiente de su enorme éxito en dupla con "La ópera de tres centavos" (de la cual ella fue coautora). Sí está claro que este musical tiene la impronta del 'teatro épico' formulado por el autor germano.
Luego, que su debut original, un rotundo fracaso, no pasó de la séptima función (y se dijo que Hauptmann nunca concluyó ni afinó su texto). Décadas después algunos montajes intentaron rescatar el fiasco, y el más logrado y aplaudido por el brillo de su puesta y excelencia interpretativa fue el de Broadway, en 1977, con Meryl Streep en el rol protagónico. No es raro entonces que las notables canciones de Brecht-Weill sean más recordadas y admiradas que la pieza de la cual forman parte.
Dicho esto, el "Happy End" que ofrece el GAM, su mayor proyecto de producción a la fecha, da la impresión de un esfuerzo de gran envergadura para nuestro medio en el área del teatro musical. Que el director Álvaro Viguera armó con laboriosa corrección utilizando algunos de los ' performers' más experimentados del rubro. Si se para en escena con dignidad, aunque no sin altibajos, pronto deja en claro también que, salvo usar el texto y la música como material de base, no intenta siquiera acercarse al 'estilo brechtiano'.
Es de lamentar un resultado tan fuera del tono requerido, interés máximo del propósito, aunque esta opción parece sensata, pues lo más seguro es que nadie del equipo haya tenido jamás la ocasión de apreciar antes un Brecht hecho a la manera de su influyente teoría, que fundó una de las tres ramas del teatro moderno, la más política. Y por cierto no hay aquí maestros de su singular escuela que promulga la puesta en escena 'distanciada', actuar de modo objetivo, sin encarnar (distinto a la caricatura farsesca que aquí predomina), y el canto 'hablado'.
Así, dividiendo en dos partes sus tres actos, esta parábola satírica sobre una hermana del Ejército de Salvación que se propone salvar del pecado al jefe de una banda criminal en el Chicago de los años 20 avanza con alguna dificultad en el relato y el acento puesto en los pulidos números musicales. Problemas en el manejo de los tiempos (demasiadas risas y juegos bufos) y la definición de los personajes, resueltos con más desenvoltura que peso específico, ralentizan la narración y la vuelven a ratos algo confusa. En la excesiva duración total -dos horas 45, incluyendo una pausa-, la extenuante primera parte hace que el texto parezca dar vueltas sobre sí mismo. Los mejores momentos de la propuesta se agrupan todos en la segunda sección, más breve, dinámica y mordaz. En el canto por actores que cantan, hay buenas voces preocupadas más del fraseo melodioso que de la expresión, en tanto las coreografías dejan harto que desear. El director sobrepone a ciertos roles inadecuados signos de animalidad, y como coro suele hacer ingresar a escena unos raros seres que, buscando el efecto grotesco, solo lucen ridículos, hasta infantiles.
Centro GAM. Av. Libertador Bernardo O'Higgins 227. Jueves a sábado a las 20:00 horas. Domingo a las 19:30 horas. Información al 225 665 500.