Antes de que lo viéramos en los huesos en ese intenso rol de vaquero yonki en "Dallas Buyers Club", antes de "El lobo de Wall Street" y de "Interestelar", Matthew McConaughey ya había iniciado su camino de mutación drástica desde galán secundario de comedia romántica a la de actor dramático de amplio y profundo registro histriónico.
Ese paso trascendental y categórico lo dio en "Mud", una película por la que su director, Jeff Nichols, alcanzó a aspirar a la Palma de Oro en Cannes en 2012, a otro galardón en Sundance en 2013 y que en 2014 ganó el premio Robert Altman de los Independent Spirit Awards.
(Si es cinéfilo/a, póngale ojo a Jeff Nichols; Arkansas, EE.UU., 37 años).
McConaughey y Tye Sheridan (inolvidable y estremecedor en "Joe"; probablemente más recordado por "X-Men: Apocalipsis") también recibieron lo suyo por sus desempeños en esta película.
"Mud" tiene todas las características de una película "indie" (independiente), pero -lo digo para que no se asuste- no tiene nada de críptica ni intelectualoide.
Al contrario: es profundamente cercana, un drama humano en el que se cruzan afectos filiales, la amistad, las lealtades, con un trasfondo romántico como el que más, y que al final de cuentas trata sobre el siempre complejo proceso de crecimiento, en este caso, de un chico de 14 años al cual le están cambiando demasiado las cosas a su alrededor. Ese paso a la adultez que de una u otra forma se paga con la pérdida de la inocencia.
Sigilosamente, para que no lo escuchen sus padres, Ellis (Tye Sheridan) se escabulle de su casa-bote en Arkansas para encontrarse en el bosque con su amigo Neck y en su motocicleta cruzar el bosque, subir juntos a una pequeña embarcación, cruzar las anchas y oscuras aguas del Mississippi y llegar a una isla. Allí, ellos han encontrado su tesoro: una lancha arriba de un árbol. Cuando ya van a partir de regreso, se encuentran con un sujeto (McConaughey) con aspecto de vagabundo (como se lo reconviene varias veces Neck). Aunque les dice que la mentada lancha le pertenece a él, los chicos no se amilanan. El tipo masca las palabras, pero no se muestra alterado y terminan haciendo una suerte de trato. También les pide si pueden traerle comida.
No es hasta una segunda visita que les dice su nombre, Mud (lodo, barro).
A Ellis le conmueve y le intriga este sujeto hosco pero afable, de pocas palabras, que va dejando ver de a poco retazos de su vida de hombre marginal y que dice que espera a una amada que está por llegar.
Jeff Nichols -director y guionista- ausculta a estos seres precarios, que se las apañan para sobrevivir en los márgenes, en medio de esta naturaleza omnipresente, y cuyas vidas aparentemente nimias esconden historias llenas de dobleces, algunas más dramáticas que otras, las cuales se encarga de irnos develando como el más seductor y hábil de los cuentacuentos.
Desde la mirada inocente y confiada de Ellis -el único sin un ala rota- vamos conociendo las verdades a medias que rodean la historia de Mud, en un ir y venir surcando las aguas del río, mientras el chico se enfrenta -como en una experiencia paralela- a sus propios tropiezos familiares y amorosos, a la ilusión y la desilusión en distintos planos.
Nichols entrecruza con habilidad el suspenso y el thriller con el drama psicológico y social, rodeando al trío protagónico -de convincente y entrañable desempeño- de secundarios relevantes y atractivos, en manos de actores como Sam Shepard (¡gran personaje!) o Reese Witherspoon, en lo que es, por lejos, el más interesante rol de su carrera.
"Mud" es ese tipo de películas que seducen, conmueven y emocionan, porque saben conducir al espectador por pasadizos inesperados que conducen directo al alma de sus personajes.
(En Netflix).
Ana Josefa Silva