Mauricio Pinilla lo sabía. Quizás nadie se lo dijo y dada su enorme experiencia le bastó una señal, una palabra, un gesto, una jugada, un gol. El camarín de Universidad de Chile necesita una limpieza porque está podrido.
Hace rato que el desastre universitario está orientado en el calvario que vive Sebastián Beccacece, que por cierto tiene mucho mérito en la paupérrima campaña azul. Pero cada vez que se enumeran los factores de la catástrofe futbolística, no todos reparan que el plantel de la U viene en una marcada trayectoria descendente, en la que la obtención de la Copa Chile ante Colo Colo es un accidente que quiebra la tendencia negativa y que ilumina un oscurísimo panorama.
Ya se fue Martín Lasarte, ahora es clamor popular entre los hinchas azules que se vaya Beccacece. Y la pregunta de justicia deportiva que habría que hacerse es: ¿cuándo le tocará el turno al denominador común de las calamidades: los jugadores? El plantel de Universidad de Chile la ha sacado barata porque el entrenador uruguayo siempre fue un escudo para absorber todos los golpes externos. La estrategia de Lasarte fue interponer su humanidad y prestigio en toda oportunidad en que se quiso cuestionar los rendimientos individuales, redirigiendo la crítica a sus determinaciones técnicas; Beccacece optó por asumir la absoluta responsabilidad por un mal funcionamiento en la etapa de asentamiento, añadiendo a su discurso un rasgo emotivo que inserto en el marasmo más de alguna vez sonó fuera de contexto.
El asado de cumpleaños de Gonzalo Espinoza debería anotar un cambio. Ya sería impresentable que Beccacece no advierta internamente ni manifieste que en el plantel que dirige no todos reman para el mismo lado. La conducta futbolística en la cancha quizás no dé para sospechas fundadas, más allá de cierta displicencia o sencilla falta de jerarquía. Pero el comportamiento representado en este episodio no deja espacio para interpretaciones múltiples. Hay una evidente descomposición al interior del equipo, no hay consistencia con lo que se declara y se hace, no hay coherencia respecto de la circunstancia que se vive, no hay respeto por el hincha que aún confía, solo por su fanatismo, en que mejorará el rendimiento.
El plantel de Universidad de Chile ingresó a una etapa terminal, que ni siquiera tiene que ver cómo culminará su participación en este campeonato, ni tampoco si Beccacece será el entrenador en el próximo torneo. La estructura que existía se desmoronó y frente a ello no hay ninguna otra forma de recomponerla que partiendo de cero. Si eso significa iniciar un nuevo proceso, habrá que asumir el costo, y quizás con el tiempo agradecer que Espinoza haya celebrado el cumpleaños.